Page 39 - 07 Schrödinger
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Planck». Funciona como un calibrador, que señala a partir de qué
      escala hay que tomar en consideración las intermitencias de la
      energía. El troceado que impone es finísimo,  de ahí que para
      la perspicacia limitada de nuestros sentidos resulte indistinguible
      de la continuidad. Esta circunstancia explicaba que la naturaleza
      discreta de la energía hubiera pasado desapercibida hasta enton-
      ces, pero eso no reducía la perplejidad de Planck. Cuando uno
      se levanta y comienza a correr, imagina que su energía cinética
      parte de cero y aumenta atravesando un continuo de valores, no
      que progresa a saltos, por muy imperceptibles e insignificantes que
      sean. La idea no podía resultar más ajena al espíritu clásico.
          Muchos años después, en 1931, Planck recordaba así su si-
      tuación:

          Se puede describir lo que hice como un acto de desesperación, ya
          que por naturaleza soy pacífico y rechazo cualquier aventura dudosa.
          Pero por entonces llevaba luchando sin éxito seis años ( desde 1894)
          con el problema del equilibrio entre radiación y materia[ ... ]. Tenía
          que encontrar, al precio que fuera, una justificación teórica.

          Planck se hallaba tan incómodo con la cuantización de la
      energía que intentó relativizarla y confinarla a un caso particular.
      Prefirió pensar que se trataba de un rasgo accidental, asociado al
      mecanismo singular de intercambio entre osciladores. Se puede
      establecer un paralelismo con un cubo con el que se extrae agua
      de un pozo. Las cantidades que se retiran del fondo son múltiplos
      del volumen del cubo, pero el líquido que transporta (la energía)
      es continuo y fuera del recipiente se puede presentar en cualquier
      proporción.
          Un joven licenciado que se ganaba mal la vida dando clases
      particulares y que andaba ya comprometido con otras ideas para
      poner la física patas arriba, leyó con mucha atención los artículos
      de Planck. Albert Einstein gozaba de un don especial para la ge-
      neralización y su agudísimo sentido físico encontró en el horno
      razones inmejorables para ejercitarlo a fondo.
          En 1905, desde la más absoluta marginalidad académica, pu-
      blicó una serie de artículos que lo ubicaron de golpe, no ya en el






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