Page 36 - 07 Schrödinger
P. 36

ningún momento a los electrones o a la materia, habla solo de
                     «osciladores».
                         Con el horno vacío y apagado no tendríamos luz.  En el mo-
                     mento en el que se comunica temperatura al sistema, comienza el
                     ajetreo de los electrones y la producción de radiación electromag-
                     nética. Las ondas generadas se propagan, cruzan la cavidad y ter-
                     minan  arribando  a  otras  paredes  e  incidiendo  sobre  nuevos
                     electrones. Estos, con su actividad, se comportan como antenas
                     que reciben y emiten. El intercambio entre la luz y la materia se ha
                     puesto en marcha. Pasado un tiempo, se alcanza una situación es-
                     table, con el horno lleno de radiación, repartida entre las diversas
                     frecuencias, en función de la curva espectral conocida.
                         Planck aprovechó la circunstancia de que llegado el equilibrio
                     se cumpliría la segunda ley de la termodinárrúca. El horno podía
                     atravesar toda clase de vicisitudes, pero el paso del tiempo acaba-
                     ría premiando el desorden. Tenía que delimitar todas las configu-
                     raciones microscópicas asociadas a cada estado macroscópico de
                     su sistema, asignar una probabilidad a cada uno y decantarse por
                     el más probable (el de máxima entropía). En este punto su deter-
                     minación de avanzar ya había ganado la partida a sus prejuicios,
                     porque se vio obligado a acatar la interpretación estadística de
                     Boltzmann y considerar que la probabilidad de cada estado era
                    proporcional al número de configuraciones microscópicas compa-
                     tible con él. Para resolver la tarea de adjudicar probabilidades, re-
                     currió también a un truco del físico vienés.
                        A la hora de hacer cuentas con la entropía se pueden manejar
                     dos clases de variables: discretas o continuas. Si tratamos de repar-
                    tir un grupo de veinte espectadores en el patio de butacas de un
                     cine, las posiciones que pueden ocupar son finitas,  están numera-
                     das. Un espectador no puede pasar de una butaca a otra sin transi-
                     ción. Visto sobre un plano del local, cada cambio de sitio se traduce
                     en un salto abrupto. En este caso, la posición es una variable dis-
                     creta. Sin embargo, si hemos de repartir un grupo de veinte molé-
                    culas en el espacio de una caja, ahora las posibilidades se vuelven
                    infinitas. Para cambiar de localización, la molécula no precisa nin-
                    gún salto brusco: con desplazarse una distancia tan pequeña como
                    quiera ya se verá en una posición nueva.






         36         LUZ Y MATERIA
   31   32   33   34   35   36   37   38   39   40   41