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EL ELECTRÓN DE THOMSON
            ¿cómo encontró Joseph John Thomson los electrones? Ciertamente no con
            un microscopio muy potente, pues tal  instrumento no solo no existía enton-
            ces, sino que tal visualización es imposible. De hecho, hoy en día la ciencia no
            imagina los electrones como pequeñas bolas de billar con límites definidos,
            sino como densidades de función de onda. De ahí que la  palabra «partícula»
            para designar las partículas elementales sea  equívoca. Thomson estaba tra-
            bajando con tubos llenos de gases, en los que inducía descargas eléctricas, y
            en 1896 decidió centrar su  atención en  un tipo de descarga que se  produce
            en el  vacío: los rayos catódicos. El  principio de este fenómeno es  el  mismo
            que regía el funcionamiento de los antiguos televisores. En un tubo de cristal
            se  hace el  vacío y se  induce una descarga eléctrica entre sus dos extremos;
            Thomson observó que estos rayos eran desviados tanto por campos eléctri-
            cos como por campos magnéticos. Esto solo era posible si  los rayos estaban
            compuestos por «corpúsculos»; es  decir, por pequeñas partículas con masa
            y carga eléctrica (la explicación alternativa, que los rayos catódicos fueran
            ondas, era incompatible con estas desviaciones). Los cálculos realizados por
            Thomson implicaban que los portadores de rayos catódicos eran  partículas
            con carga negativa y masa mucho más pequeña que el átomo más pequeño
            conocido hasta entonces: el átomo de hidrógeno. En la figura adjunta se puede
            observar un esquema del tubo de cristal empleado por Thomson: los rayos
            catódicos son  emitidos desde el  punto C, pasan por los puntos A y  B, y son
            desviados por el  campo eléctrico que hay entre las  placas D y  E. La  escala
            al  final  del tubo, en  la  que impactan los rayos catódicos, sirve para medir su
            desviación según  la  intensidad del campo eléctrico. Algo análogo se  puede
            hacer con un campo magnético.

                          +

                                          D

                                 B        E






      y la organización de tales partículas, lo que abría la puerta a la po-
      sibilidad de cambiar unos átomos por otros; de transformar, por
      ejemplo, mercurio en oro, como querían los viejos alquimistas.
      De ahí que la aceptación de los corpúsculos por parte de físicos y
      químicos no fuera inmediata.






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