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después de defenderla, en mayo de 1911, mandó encuadernar su
      copia personal introduciendo una página en blanco entre cada dos
      páginas impresas. Obviamente, esto no era una estratagema para
      tener una tesis más voluminosa en su estantería, sino un modo de
      asegurarse de que dispondría de suficiente espacio para introducir
      modificaciones a su propia tesis doctoral, incluso después de que
      esta hubiese sido aprobada por el tribunal. Bohr mantuvo toda
      la vida este espíritu perfeccionista, de manera que solía introdu-
      cir muchos cambios en las pruebas de imprenta de sus artículos
      científicos, para desespero de los editores y de sus propios cola-
      boradores.
          Esa actitud también la ponía en práctica al leer artículos cien-
      tíficos publicados por otros investigadores. A veces era como un
      niño pequeño, encantado de haber encontrado algún fallo en el
      discurso de los adultos. Así,  durante la preparación de su tesis,
      encontró algunos errores en artículos publicados por Thomson,
      Planck y otros de los grandes científicos del momento.
          El  tema de su tesis doctoral era intentar resolver algunas
      consecuencias de la teoría de la conducción de la electricidad en
      metales más aceptada en su momento: la teoría de Paul Drude
      (1863-1906).  La idea central era considerar los sólidos metálicos
      como una red de iones positivos estáticos y que todos los efectos
      de conducción se debían a los electrones, los cuales se compor-
      tarían como una nube rodeando la estructura positiva. Hay que
      destacar que este modelo no implicaba ninguna idea acerca de la
      estructura de los átomos, sino que solo consideraba que la con-
      ducción eléctrica era debida al movimiento más o menos libre
      de la nube de electrones en el metal. La tesis de Bohr le puso en
      contacto con el trabajo reciente de científicos como Thomson,
      Einstein o Planck, convirtiéndose así en un joven J;>rillante cons-
      ciente de los problemas de la física clásica y de las soluciones que
      la incipiente hipótesis cuántica estaba empezando a introducir.
          El profesor Christiansen, el catedrático de Física de la Uni-
      versidad de Copenhague, era la única persona que podía entender
      las complejidades de la tesis de Niels Bohr, ya que estaba escrita
      en danés, lo que limitaba mucho las posibilidades de su difusión
      y apreciación por parte de la comunidad científica internacional.






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