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cargas eléctricas en gases. La decisión de optar por este tema es
                      un buen ejemplo de la influencia que tiene la formación inicial
                      de los científicos en su carrera posterior. Thomson se interesó
                      en Mánchester por la constitución de la materia y la estructura
                      del éter. En Cambridge se hizo especialista en las nuevas teo-
                      rías sobre electricidad y magnetismo que Maxwell había desa-
                      rrollado en su Tratado  de  electricidad y  magnetismo. En ese
                      libro, Maxwell había unido dos fenómenos hasta entonces consi-
                      derados distintos, las fuerzas eléctricas y las fuerzas magnéticas.
                      También había sugerido que los fenómenos de descarga eléctrica
                      en gases podían ser un buen punto de partida para comprender
                      a un mismo tiempo las fuerzas electromagnéticas y las fuerzas
                      que mantienen unidos los átomos. Asimismo, podían ser un f enó-
                      meno ideal para entender la relación entre los átomos y el éter,
                      y así comprender mejor ambas materias. Maxwell no pudo llevar
                      a cabo este proyecto debido a su muerte prematura, sucedida a
                      los cuarenta y ocho años cuando era director del Cavendish, por
                      lo que Thomson, que ocupaba la misma cátedra que cinco años
                      antes había pertenecido a Maxwell, se vio én la obligación moral
                      de acabar la obra de su predecesor.
                          Las descargas en gases son, fundamentalmente, el fenómeno
                      que se observa en los fluorescentes: se llena un tubo de cristal de
                      un determinado gas a baja presión, y al someter el gas a una dife-
                      rencia de potencial eléctrico se ocasiona una súbita luminosidad
                      que desaparece al cesar la diferencia de potencial. Aunque hoy es-
                      tamos acostumbrados al encendido de un fluorescente, e incluso
                      nos molesta si este parpadea demasiado, hace más de cien años
                      el fenómeno todavía tenía cierto halo de misterio. Según el tipo
                      de gas empleado -y también al variar la presión del gas,  el po-
                      tencial eléctrico o la forma del tubo de cristal-, la coloración de
                      la descarga era una u otra. Además, en la oscuridad, estas fluores-
                      cencias cautivaban la imaginación de los científicos y el público
                      en general, no solo por su belleza, sino también por lo sugerentes
                      que eran en relación con el espiritismo.
                          Cualquier estudiante de física elemental se ha enfrentado con
                      la ley de Newton de gravitación universal y con la ley de Coulomb
                      de fuerza eléctrica, y ha establecido una analogía entre ambas.






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