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este contexto cuando apareció la primera partícula subatómica;
                      es decir, mientras algunos científicos dudaban de la realidad
                      de los átomos, otros investigadores ya se aventuraban a hablar de
                     unas partículas mucho más pequeñas: los electrones. Al igual que
                     los átomos, los electrones no se «descubrieron» debido al uso de
                     microscopios más potentes, sino que entraron en la escena cien-
                     tífica a través de los intentos de comprender mejor la electricidad
                     y solo tiempo después se entendió que eran componentes univer-
                     sales de todos los átomos.
                         El científico asociado al «descubrimiento» del electrón es Jo-
                     seph John Thomson (1856-1940), profesor de física experimental
                     y director del laboratorio Cavendish en Cambridge entre 1884 y
                      1919. En esos treinta y cinco años su laboratorio se convirtió en





                EL ÉTER ELECTROMAGNÉTICO Y EL ESPIRITISMO

                ¿Qué es el éter? O quizá mejor, ¿qué era el éter? En la Inglaterra del siglo x1x los
                físicos recuperaron una vieja idea: el mundo está «lleno», porque, de no ser así,
                ¿cómo se transmiten las fuerzas, especialmente las fuerzas eléctricas? La  pre-
                gunta no es trivial, aunque la existencia del éter tampoco era evidente. El  éter
                tenía que ser lo suficientemente rígido como para poder transportar las fuer-
                zas  electromagnéticas, pero, a la  vez, lo suficientemente flexible como para
                no ofrecer ninguna resistencia al movimiento de los cuerpos sólidos; al  mismo
                tiempo, debía ser totalmente liviano, pues jamás se  había pod ido medir su
                masa. ¿Es esto una idea contradictoria? A los físicos de hoy se lo parece, pero
                en el siglo x1x aún era más absurdo pensar en fuerzas entre cuerpos distantes
                que carecieran de un intermediario. Además, el éter no solo permitía explicar
                las fuerzas eléctricas; se consideraba que, dadas sus especiales características,
                quizá pudiera servir también para explicar la  conexión con el  mundo de los
                espíritus, la telepatía, etc. Debe recordarse que en la segunda mitad del siglo
                x1x la burguesía de Inglaterra y Estados Unidos estaba fascinada por las fuerzas
                ocultas. El mismo ambiente científico que había hecho posible, por ejemplo, la
                conexión telegráfica entre los dos países con un cable transoceánico, también
                había propiciado el auge del espiritismo. Se creía que la ciencia podía y debía
                explicarlo todo, incluidos los fenómenos telepáticos y espiritistas. Así, en 1882,
                un grupo de profesores y estudiantes de Cambridge y otras universidades
                fundaron en Londres la Sociedad para la Investigación Psíquica, la cual todavía
                existe hoy en día.  Entre los físicos del momento que formaron parte de esta








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