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La Primera Guerra Mundial terminó en noviembre de 1918. El Tra-
tado de Versalles, firmado el junio siguiente, transformó el mapa
de Europa central hasta hacer irreconocible la faz del Viejo Con-
tinente, sancionando la total desaparición del Imperio austrohún-
garo y la humillación de Alemania. El boicot económico, político
y cultural que los vencedores ejercieron sobre los vencidos tuvo
aires de revancha y no de paz. Muchos científicos británicos y
franceses creían un deber patriótico poner fin a la comunicación
con la ciencia germana: se cancelaron suscripciones a revistas
alemanas y se suspendió la participación de los investigadores
alemanes en los congresos británicos y franceses. Una primera
excepción a esta regla fueron las observaciones astronómicas que
el británico Arthur Eddington (1882-1944), cuáquero y pacifista,
realizó en 1919 confirmando la teoría de la relatividad general de
Einstein, físico de origen alemán.
Dado que Dinamarca se había mantenido neutral en el con-
flicto, Bohr vio en esta coyuntura la posibilidad de convertir su
recién construido Instituto de Copenhague en el centro mundial
de la física teórica, un lugar donde científicos de ambos bandos
podían reunirse sin levantar suspicacias patrióticas. Además, al
ser una institución de nueva creación, Bohr la conformó a su ima-
gen y semejanza: estableció un centro sin jerarquías, donde el debate
y el intercambio de ideas era constante, donde se cortjugaba el
CATALIZADOR DEL MUNDO CUÁNTICO 81