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Albert Einstein (Bohr recibió el galardón por sus trabajos sobre la
      estructura atómica y la radiación, y Einstein, por su interpretación
      del efecto fotoeléctrico). La coincidencia fue beneficiosa porque
      los premios Nobel aún no eran el fenómeno mediático en el que se
      convirtieron más adelante. Además,  en sus primeras ediciones,
      la Academia de las Ciencias no siempre había primado el valor
      del trabajo de los galardonados, sino que en ocasiones había uti-
      lizado el premio para llamar la atención sobre la capacidad cien-
      tífica de Suecia. Como Einstein ya era por entonces un fenómeno
      mediático, el anuncio del premio Nobel atrajo la atención de los
      periodistas, aunque la noticia era que al físico alemán se le había
      otorgado un gran premio, no que este premio fuera el Nobel. En
      cualquier caso,  el nombre de  Niels Bohr apareció entonces en
      la prensa internacional como receptor del mismo premio que se
      había concedido a Einstein.
          Tras el Nobel, Bohr empezó a recibir numerosos honores y
      premios desde los más diversos países. Asimismo, se le hicieron
      ofertas tentadoras para que aceptara cátedras en otros lugares
      más  relevantes que  la pequeña Dinamarca.  Desde Berlín,  una
      vez se calmaron las aguas de la posguerra, Max Planck le hizo
      saber que la Academia de las Ciencias alemana estaba dispuesta
      a ofrecerle una cátedra parecida a la que tenía entonces Einstein:
      muy bien pagada y sin más obligaciones que hacer lo que quisiera.
      También la Royal Society de Londres le ofreció una cátedra con
      un salario que triplicaba el que tenía en Copenhague, además de
      una buena suma para instalar su propio centro de investigación en
      el lugar de Inglaterra que prefiriera. Esta última oferta era la más
      apetecible: trabajar codo con codo con su buen amigo y admirado
      maestro Ernest Rutherford, que se había convertido en el director
      del Cavendish, era más que tentador. Sin embargo, la lealtad a su
      ciudad y a su país fue más fuerte y Bohr se quedó en Dinamarca.
          Prácticamente desde su inicio, el Instituto no solo fue el teatro
      de operaciones académico de Bohr, sino también el centro de su
      vida familiar.  Niels y Margrethe convirtieron las dos plantas supe-
      riores del regio edificio en su vivienda particular, borrando así las
      fronteras entre lo profesional y lo familiar.  Allí vivió la pareja con
      los hijos que iban llegando:  Christian,  el primero, en 1916,  Hans






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