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puede ver fácilmente igualando las dos expresiones y viendo que
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                      paran del orden de 10 ambas expresiones coinciden. Para ha-
                      cerlo más intuitivo, veamos el siguiente ejemplo: en un muelle de
                      1 kg a  una frecuencia angular de 1 rad/seg y con una amplitud
                      de 1 m, la diferencia energética entre dos niveles consecutivos de
                      energía será del orden de lQ-34 julios, que es una energía totalmente
                      despreciable a nivel macroscópico.
                          En este punto surge una duda.  ¿Es el principio de  corres-
                      pondencia realmente un principio del estilo que Bohr buscaba?
                      Porque parece más una manera elegante de consolidar la intro-
                      ducción de un elemento ad hoc -la constante de Planck- en
                      los modelos clásicos. Y,  realmente, lo es. Aunque el principio de
                      correspondencia se usó, y se sigue usando, para calcular espec-
                      tros de radiaciones de los más diversos fenómenos cuánticos, su
                      estatus científico-filosófico es problemático, ya que no deduce la
                      constante de Planck, sino que la impone; con condiciones, pero
                      la constante se impone desde fuera del modelo clásico.




                      CRISIS DE LA PRIMERA FÍSICA CUÁNTICA

                      En los textos de historia de la física cuántica suele hablarse de dos
                     ,períodos, diferenciando la «vieja» y la «nueva» física cuántica. El
                      principio de correspondencia pertenece a la primera, cuya carac-
                      terística principal era el constante intento de mantener una estre-
                      cha conexión entre el mundo cuántico y el clásico. Uno de esos
                      vínculos era la posibilidad de imaginar modelos para representar
                      los datos físicos.  Recuérdese que el gran salto de Bohr a la hora
                      de formular su modelo atómico consistió en dejar de pensar que
                      la radiación de los electrones era fruto de sus movimientos den-
                      tro de una órbita determinada ( como mandaba la electrodinámica
                      clásica) y plantear que la energía emitida era resultado del salto de
                     una órbita a otra. En ambos casos, sin embargo, se mantenían dos
                      conceptos centrales: el de órbita y el de modelo atómico.
                         Ahí estaba el gran vínculo con la tradición de la física clásica.
                      «Explicar» significaba imaginar un modelo que diera cuenta de






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