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los fenómenos observados. En el caso del átomo, los físicos an-
teriores a Bohr creían que, aunque la información que se obtenía
del átomo era muy indirecta (por ejemplo, a través de las líneas
espectrales), el objetivo de la ciencia era conocer el átomo por
dentro, disponer de un modelo en miniatura de los átomos que
fuese prácticamente corno una fotografía de los mismos. La dis-
continuidad cuántica -el hecho de que en el mundo de lo muy
pequeño los intercambios de energía fueran discretos- era un
primer toque de atención a la imposibilidad de imaginar el mundo
de lo muy pequeño corno si fuese simplemente una miniatura del
mundo a escala humana. Esta mentalidad había funcionado en
el siglo xvu, con la utilización de los primeros microscopios, e in-
cluso había sido una gran herramienta de trabajo en el desarrollo
de la mecánica estadística. Esa continuidad no iba a ser válida
en el mundo cuántico, aunque en 1923 Bohr solo empezaba a ser
consciente de ello.
De hecho, tras los éxitos cosechados por el modelo atómico
de Bohr-Sornrnerfeld, su aplicación a un número cada vez mayor
de casos concretos y el desarrollo experimental de la espectros-
copia hasta detalles insospechados, las anomalías y los f enórne-
nos no explicados fueron acumulándose hasta hacer la situación
insostenible. Muchos físicos empezaban a intuir que la física
se hundía y que había que replantearse todos sus fundamentos
desde cero.
Dos de las anomalías más persistentes fueron las que presen-
taban el átomo de helio y su estructura, y la que caracterizaba al
entonces denominado «efecto Zeernan anómalo». Cuando Dmitri
Mendeléyev ideó su tabla periódica de los elementos no había nin-
guna evidencia fiable de la existencia de los gases nobles. Estos
se llaman así porque normalmente no reaccionan con ningún otro
elemento. Fue solo a principios del siglo xx, con el descubrimiento
del helio y el argón, que se vio la necesidad de introducir una
nueva columna, la del grupo O, que contenía estos dos gases, a
los cuales pronto se añadieron el kriptón, el neón y el xenón. El
helio pasó a ser, así, el segundo elemento de la tabla -después
del hidrógeno-, y su núcleo, las partículas que constituían la ra-
diación a.
CATALIZADOR DEL MUNDO CUÁNTICO 89