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netración y complementariedad entre ambos científicos. Heisen-
berg acabó pasando muchas temporadas en Copenhague, ya que,
según recordaría años más tarde, «ese era el único lugar donde
uno podía impregnarse del espíritu de la física cuántica».
Y, de hecho, tanto fue así, que tras su primera estancia en la
capital danesa Pauli y Heisenberg inventaron la mecánica cuán-
tica, un modo totalmente nuevo de pensar los fenómenos atómi-
cos. El giro crucial que dieron ambos investigadores, y con el que
arrastraron a todos los físicos, fue dejar de pensar en órbitas elec-
trónicas y abandonar el principio de correspondencia de Bohr,
el cual animaba a los físicos a imaginar una estructura atómica a
la que, solo después, se aplicaban las restricciones cuánticas. La
nueva mecánica cuántica daba un paso que Bohr no se había atre-
vido a dar: abandonar totalmente cualquier intento de visualizar
órbitas atómicas y fijarse solo en las propiedades observables de
los electrones. Esas propiedades observables eran las obtenidas
gracias a los espectros atómicos y a la creciente información que
proporcionaba la radiactividad y otras radiaciones.
La aportación de Pauli fue la de dejar de asignar los números
cuánticos a las transiciones entre posibles órbitas electrónicas
para pasar a asignar a cada electrón atómico una etiqueta ( com-
puesta por la combinación de los tres números cuánticos que Bohr
y Sommerfeld utilizaban) e imponer que, en cada átomo, no podía
haber dos electrones con la misma etiqueta. Así, si en el modelo
de Bohr-Sommerfeld los tres números cuánticos hacían ref eren-
cía a las transiciones de energía, de excentricidad y de precesión
de las posibles órbitas alrededor del núcleo, para Pauli los tres
números cuánticos eran solo cantidades que se aplicaban a cada
electrón: el concepto de órbita desaparecía, pero las predicciones
teóricas coincidían con los resultados experimentales.
El único problema con el que Pauli se encontró fue tener que
introducir un cuarto número cuántico, el cual explicaba total-
mente el efecto Zeeman, tanto el normal como el anómalo. Pauli
no le dio a este número ninguna interpretación, pero dos jóve-
nes investigadores de Leiden, George Uhlenbeck (1900-1988) y
Samuel Goudsmit (1902-1978), pensaron que este cuarto número
cuántico se podía interpretar como un cuarto grado de libertad
94 CATALIZADOR DEL MUNDO CUÁNTICO