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unas a  otras, ya que la inmersión en el proceso mismo estaría.
      modificándolo.  Sería como intentar estudiar el comportamiento
      del agua en reposo en una piscina a base de zambullirse en ella:
      el estado a estudiar quedaría totalmente modificado y cualquier
      dato que se obtuviera correspondería, no al agua estancada, sino
      al conjunto agua-nadador.




      PARTÍCULAS Y ONDAS


      Junto al rompecabezas de la estructura interna del átomo, la física
      de principios del siglo xx se enfrentaba a otro enigma: la natura-
      leza de las radiaciones como la luz, los rayos X o la radiactividad.
      ¿ Qué es la luz? ¿ Qué tipo de «cosa» es? Esta cuestión fascinó a
      los filósofos naturales del Renacimiento y el Barroco, incluidos
      Galileo, Descartes y Newton, sin que se llegara a un acuerdo de-
      finitivo.  El prestigio de Newton en el siglo XVIII  hizo que muchos
      siguieran a pies juntillas sus ideas y dieran por supuesto que la
      luz estaba compuesta por un flujo  de partículas lumínicas, aun-
      que también había evidencias que permitían suponer que la luz se
      comportaba como una onda. En el siglo xrx la tendencia cambió y,
      especialmente tras los trabajos de Maxwell, corroborados en 1888
      por Heinrich Hertz (1857-1894), ya nadie dudaba de que la luz era
      una onda y que Newton estaba equivocado.
          Este consenso, sin embargo, duró poco. Los rayos X y la radia-
      ción y de la radiactividad compartían algunas propiedades con la
      luz electromagnética, pero en otros aspectos se comportaban como
      partículas. Asimismo,  en uno de  sus artículos de  1905,  Einstein
      había sugerido que la luz también estaba sometida al postulado de
      Planck y que, por tanto, debía ser entendida como «cuantos de luz»,
      partículas a las que después se puso el nombre de «fotones». Las
      dos interpretaciones volvían a estar sobre la mesa.
          Hay dos comentarios célebres que muestran con claridad el
      desconcierto que imperaba entre los físicos en los años anterio-
      res e inmediatamente posteriores a la Primera Guerra Mundial.
      Así, en una conferencia pública celebrada en 1921, William Henry






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