Page 135 - 19 Marie Curie
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apretón de manos tan caluroso, que casi le parte la muñeca, por lo
que estuvo gran parte del viaje con ella vendada. A pesar de que la
debilidad de Marie era manifiesta, finalmente consiguió sobrevivir
al maratoniano programa de visitas a colegios, universidades, so-
ciedades y laboratorios que le había preparado Meloney, aunque
en muchos de los actos la reemplazaron sus hijas. También tuvo
ocasión de disfrutar con la visita a varios parques naturales, espe-
cialmente el del Gran Cañón del Colorado, que recorrió montada
en burro, junto con sus hijas.
En 1929 repitió un viaje similar, también organizado por Me-
loney, aunque con un programa mucho menos denso. El objetivo
era recaudar los fondos necesarios para comprar otro gramo de
radio para el Instituto Marie Sklodowska-Curie, que había fun-
dado su hermana Bronia en Varsovia, del cual ella era presidenta
honorífica. El presidente que le entregó el radio esta vez fue Her-
bert Hoover, que la invitó a quedarse en la Casa Blanca varios
días. Poco después de que tomaran el barco para realizar el viaje
de vuelta, la bolsa de Nueva York se desplomó marcando el co-
mienzo de la Gran Depresión.
EL FIN Y LA CONTINUACIÓN
La salud de Marie, que no su determinación, se había deteriorado
mucho, sufriendo frecuentemente de anemia y habiendo desa-
rrollado cataratas precoces, ambas enfermedades consecuencia
directa de su exposición a la radiación. Las cataratas la habían
dejado ciega, pero tuvo que sufrir hasta cuatro operaciones para
librarse de ellas. A veces hablaba de retirarse a cuidar el jardín,
pero el laboratorio era su vida. Al frente del mismo estaba ya su
hija Irene, que desde el final de la guerra se había convertido en
su colaboradora más eficaz. Frédéric Joliot, un joven atildado y
con un extraordinario don de gentes, que había entrado a trabajar
como asistente de Marie por recomendación de Paul Langevin,
se convertiría en el compañero de Irene en el trabajo y en la vida.
Ella había obtenido el grado de doctora en Física por el estudio de
LA VIDA SIN PIERRE 135