Page 130 - 19 Marie Curie
P. 130
vientos de guerra y el 1 de agosto Francia anunció la movilización.
Todos los hombres del laboratorio se fueron a defender a su país.
El 2 de septiembre cayeron tres bombas en París y Marie decidió
que ella no podía quedarse al margen.
Como el ejército alemán se aproximaba a París, Marie se
ocupó de poner a salvo el preciado radio: lo colocó en una pesada
caja de plomo y lo llevó en tren a Burdeos. Tras depositar su te-
soro en la caja fuerte de un banco, Marie volvió a París, siendo la
única mujer en un tren atestado de soldados. Ningún civil hacía
ya el viaje en ese sentido, pero ella sentía que su sitio estaba en
la capital.
«Estoy decidida a poner todas mis fuerzas al servicio de mi país
de adopción, ya que ahora no puedo hacer nada por mi
desafortunado país natal.»
- CARTA DE MARIE A PAUL LANGEVIN, ENERO DE 1915.
LAS «PETITES CURIES»
Pronto encontró Marie la mejor forma de servir a Francia. Por sus
clases en la Sor bona estaba familiarizada con la producción de los
rayos X y también con su uso en medicina, formación que com-
pletó su amigo el doctor Antoine Béclere con un curso práctico
de manejo de aparatos radiológicos en los servicios hospitalarios.
Por este médico supo de la carencia de sistemas radiológicos en el
frente, lugar donde eran particularmente útiles para curar huesos
fracturados y localizar balas y piezas de metralla en los cuerpos
de los soldados heridos. Marie decidió intervenir. El hecho de
no contar con instrumentación, personal especializado, fondos
y, sobre todo, interés por parte de los médicos militares, no la
arredró.
De entrada decidió que era necesario instalar equipos fijos
en los hospitales de campaña y formar personal para que los ma-
nejara. Pero pronto vio que la ayuda en la retaguardia llegaba
130 LA VIDA SIN PIERRE