Page 132 - 19 Marie Curie
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salvar muchas otras. Aunque le horrorizaba la guerra, para ella
                    no todos los ejércitos eran iguales. Haber pasado la infancia y la
                    juventud en un país sojuzgado la convencieron de que no se podía
                    obtener la paz a cualquier precio.
                        El incremento de la demanda puso de manifiesto la necesidad
                    de contar con personal especializado adicional, que tenía que ser
                    femenino, pues todos los hombres adultos estaban movilizados.
                    El lugar para formarlo fue el Instituto Curie, que se estrenó en una
                    función para la que no había sido diseñado. A comienzos de 1916
                    comenzaron los cursos de formación de asistentes radiológicas,
                    los cuales fueron impartidos por Marie. Fueron seguidos por unas
                    150 mujeres provenientes de todas las clases sociales, algunas de
                    las cuales eran enfermeras, si bien la mayoría no tenía formación
                    previa. Al final de la guerra estaban operativos más de 200 puestos
                    fijos  en servicios radiológicos en los hospitales de campaña y
                    20 petites Curies. Solo durante los años 1917 y 1918 se registraron
                    en ellos 1100000 radiografías que salvaron incontables vidas y
                    ahorraron mucho sufrimiento.
                        Otro de los servicios médicos que Marie atendió durante la
                    guerra fue el de radioterapia. Con la única ayuda de una pequeña
                    bomba de vacío, Marie rellenó multitud de ampollas con la ema-
                    nación desprendida del radio,  que  fueron distribuidas  por los
                    hospitales franceses para abastecer los servicios de radioterapia.
                    Tampoco este trabajo debió de ser muy saludable.
                        La guerra dejó a Europa arrasada, pero el armisticio trajo una
                    noticia con la que Marie había soñado desde antes de nacer: Po-
                    lonia volvía a ser un país independiente. Los muertos se contaban
                    por millones, pero hubo al menos dos víctimas que no figuraron
                    en ninguna estadística. Marie y su hija Irene, que entonces no era
                    más que una adolescente, se vieron expuestas a grandes dosis de
                    irradiación con rayos X, por lo que luego pagarían un alto precio,
                    sobre todo, Irene. Pero ella al menos obtuvo un reconocimiento
                    oficial por parte del Estado francés. Sin embargo, su madre, que
                    había diseñado y puesto en marcha el servicio, que había donado
                    al Estado sus medallas, incluidas las de los premios Nobel, y que
                    había comprado bonos de guerra con el importe de los mismos,
                    solo tuvo la satisfacción del deber cumplido. A pesar de los años






        132         LA  VIDA SIN PIERRE
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