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RECEPCIÓN DE LA TEORÍA ATÓMICA
En marzo de 1807 John Dalton consideró que sus ideas habían
encontrado ya un respaldo suficiente. A esto contribuyeron prin-
cipalmente las publicaciones halagadoras de su trabajo por parte
de dos de los más prestigiosos químicos de aquel entonces: Tho-
mas Thomson (1773-1852), un erudito que recopilaría en 1802 la
química de su época en su famoso System of Chemistry (Sistema
de química), y el acaudalado William H. Wollaston (1776-1828),
que había conseguido su fortuna tras encontrar un método para
aislar el platino, descubierto en Ecuador por el español Antonio
de Ulloa en 1735; en estos intentos, de paso descubrió el paladio
(en 1803) y el rodio (en 1804). Wollaston centraría sus trabajos
en la electroquímica, perfeccionando la pila del italiano Alessan-
dro Volta (1745-1827). Desafortunadamente, mantuvo una agria
disputa con Michael Faraday (1791-1867), a la sazón descubridor
voltaica, Davy consiguió aislar y descu-
brir varios metales, como el sodio y el
potasio. También el calcio, el magnesio,
el boro y el bario. Y no solo elementos,
sino muchos otros compuestos. Davy
frecuentó la vida pública, impartiendo
docenas de conferenc ias, y viajó por
toda Europa (Italia, Alemania, Francia y
Grecia). La invención de la lámpara de
seguridad para los mineros le hizo toda-
vía más popular. Fue nombrado baronet
-entre barón y caballero, dignidad esta
última solo concedida a sir Francis Bacon
y sir Isaac Newton-. De carácter irasci-
ble e impredecible, acusó en sus últimos
años a su genial discípulo Michael Fara-
day de haber copiado sus descubrimien-
tos en el campo del electromagnetismo. Tampoco John Dalton escapó de sus
críticas, a pesar de su mutua amistad. Murió en Suiza con apenas cincuenta
años, tras una agitada y azarosa vida.
LA TEORÍA ATÓMICA. DE LA GRECIA ANTIGUA A MÁNCHESTER 77