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riarnente era geocéntrica. Era una posición ingeniosa, ya que se-
       guía manteniendo la vigencia de la Biblia como verdad literal e
       irrefutable, y al mismo tiempo se permitía que hubiera investiga-
       ciones astronómicas que plantearan otros modelos del mundo que
       ofrecieran mejores resultados, con el único requisito de que no se
       identificaran con la realidad. Era una forma de aprovecharse de las
       mejores teorías y al mismo tiempo mantener vigente el modelo del
       mundo que se había asumido como verdadero.



       LA TESIS  DE  LA COMPLEMENTARIEDAD

       Para Galileo  no tenía ningún sentido pensar que la teoría que
       mejor se adecuara a los hechos era la que tenía que considerarse
       como falsa.  En estos términos defendió su posición realista res-
       pecto al copernicanismo, no solo como mera hipótesis:


           Hay que reparar en el hecho de que cuando tratamos del movimien-
           to o de la inmovilidad de la Tierra o del Sol, nos hallamos frente a
           un dilema de proposiciones contradictorias, una de las cuales ha de
           ser necesariamente verdadera, de manera que no cabe en modo al-
           guno decir que acaso no sea de una forma ni de la otra. Ahora bien,
           si la inmovilidad de la Tierra y el movimiento del Sol se dan realmen-
           te en la naturaleza, resultando absurda la posición contraria, ¿cómo
           podrá sostenerse razonablemente que la hipótesis falsa se adecua
           mejor que la verdadera a las apariencias observadas en los movi-
           mientos y las posiciones de los astros? [ ... ) Dado que una de ellas ha
           de ser necesariamente falsa y la otra verdadera, mantener que sea la
           falsa la que mejor se adecua a los efectos de la naturaleza es algo
           que realmente desborda mi imaginación.

           Galileo no pretendía, sin embargo, afirmar que la Biblia fuera
       falsa, y tampoco consideraba que pudieran coexistir dos verdades
       opuestas, una referida a la ciencia y otra a la fe. Al contrario, pen-
       saba que tenían que decir lo mismo, de modo que si se había pro-
       ducido una contradicción aparente, tenía que deberse a que se
       había interpretado la Biblia de forma errónea. Es el constante re-






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