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público uno debe trabajar para el público y, en tanto que soy capaz
                          de dar clases y escribir, la República no me puede eximir de los
                          deberes mientras disfruto de los emolumentos. En resumen, no al-
                          bergo ninguna esperanza de disfrutar de esta comodidad y tiempo
                          libre en la medida en que los necesito si no es al servicio de un prín-
                          cipe absoluto.

                          El gran duque de Toscana pudo ofrecer los anhelados privile-
                      gios a los que aspiraba el científico. Su oferta era irrechazable y
                      muy superior a lo que se le ofrecía en Venecia. Se le concedió una
                      pensión de mil florines y, además, quedó liberado de impartir cla-
                      ses en la universidad. Tuvo, por tanto, lo que siempre había an-
                      siado: plena libertad para trabajar y todos los medios económicos
                      a su disposición. En Florencia, además, encontró nuevos compa-
                      ñeros de diversión y discusiones científicas y filosóficas, entre los
                      que destacaba principalmente el aristócrata Filippo Salviati, en
                      cuya villa permanecería largos períodos de tiempo escribiendo.
                      En una carta escrita en 1610,  Galileo enuncia los proyectos que
                      tiene por delante:

                          Las obras que tengo pendientes son principalmente dos libros Sobre
                          el sistema y constitución del universo, tema inmenso, lleno de filo-
                         sofía, astronomía y geometría; tres libros De motu locali (Sobre el
                         movimiento local), ciencia enteramente nueva,  [ ... ]tres libros de
                          mecánica[ ... ].

                         Al llegar a Florencia, Galileo tenía muy claro cuáles eran sus
                      objetivos y por fin  tenía los medios para conseguirlos. Aunque
                     todo apuntaba a que gozaría de una época de esplendor científico,
                      esta se vio oscurecida por sus problemas de salud y por el enfren-
                     tamiento con la Iglesia.



                      VIAJE A  ROMA

                     En 1611 Galileo decidió realizar su primer viaje a Roma. Se trató
                     de un viaje triunfal: su obra Sidereus nuncius le precedía en su






          126        GALILEO Y LA INQUISICIÓN
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