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Con sus observaciones también pudo poner en jaque el geo-
centrismo, entre las que destaca el descubrimiento de las fases de
Venus. Desde la concepción ptolemaica se podían predecir fases
crecientes para Venus, pero no decrecientes. Las observaciones,
por el contrario, mostraban un planeta con fases crecientes y de-
crecientes, al igual que la Luna. Y las fases solo podían explicarse
si Venus girara alrededor del Sol. Se trató posiblemente de la pri-
mera observación que probaba que el geocentrismo tenía que ser
necesariamente erróneo, de modo que en 1611, cuando Galileo
descubrió dichas fases, ya contaba con una prueba definitiva.
Las fases de Venus invalidaban el geocentrismo, pero no con-
ducían necesariamente hacia el heliocentrismo. La teoría de
Tycho Brahe, según la cual el universo estaba contenido en una
esfera de estrellas fijas, con la Tierra ocupando su centro, y el Sol
y la Luna girando a su alrededor, mientras que el resto de los pla-
netas giraban en tomo al Sol, seguía siendo compatible con las
observaciones. Era necesario probar que la Tierra estaba en mo-
vimiento, y Galileo pudo contar con una prueba indirecta gracias
al descubrimiento de los satélites de Júpiter. Para detemünar la
posición de los satélites, era necesario introducir una corrección
debida al movimiento de la Tierra. Con esta premisa, Galileo fue
capaz de predecir los eclipses de los satélites en 1612, mientras
que otros astrónomos que divisaron tales satélites fueron incapa-
ces de realizar dicha predicción correctamente.
EL A RGU MENTO DE LAS MAREAS
Galileo requería, además, una prueba directa del movinüento te-
rrestre, y creyó encontrarla en las mareas. Cuando llevan10s un
vaso lleno de agua de un sitio para otro, se puede comprobar que
el contenido se mueve. Galileo pensó que si la Tierra estaba en
movimiento, esto tenía que traducirse también en un movimiento
de las aguas oceánicas. Las mareas parecían un fenómeno que
encajaba con las expectativas. En realidad las mareas son conse-
cuencia del efecto gravitatorio que el Sol y la Luna ejercen sobre
el agua de los océanos, y no del movimiento terrestre.
GALILEO Y LA INQUISICIÓN 123