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Su razonamiento sobre las mareas es una prueba de que Gali-
leo no consideraba el copemicanismo como mero instrumento,
sino como una teoría real que tenía efectos en la vida cotidiana.
Era una teoría que, sin embargo, contradecía una de las principa-
les aportaciones físicas de Galileo: el principio de inercia, según
el cual en la superficie terrestre ningún observador apreciaría nin-
gún efecto del movimiento de la Tierra.
Para Galileo, el movimiento de la Tierra y la concepción he-
liocéntrica eran evidencias que se sostenían en pruebas firmes.
A pesar de ello, en muy raras ocasiones se atrevió a expresar
esta convicción. De forma explícita se encuentra, por ejemplo,
en sus cartas sobre las manchas solares, donde al hacer referen-
cia a Venus afirmó:
Os aseguro que este planeta, no menos que la astada Venus, concuer-
da admirablemente con el gran sistema copemicano, cuyos vientos
propicios se ven ahora soplar universalmente para guiamos con tal
brillo que apenas queda lugar para que la razón tema las sombras o
los vientos cruzados.
LA AMONESTACIÓN
Galileo fue ante todo una persona prudente. Conocía los peligros
y el destino que había deparado a Bruno, en 1600, su defensa del
copemicanismo. Se trataba de un claro aviso sobre los límites que ·
no tenía que traspasar si no quería poner su vida en peligro.
Cuando, en 1611, Galileo abandonó Padua para dirigirse de
nuevo a Florencia había alcanzado la cima de su carrera. Había
sido nombrado filósofo y matemático de la corte del gran duque
de Toscana Cosme II con unos privilegios impensables para la
época. Tal como escribió al secretario del gran duque:
Por muy espléndida y generosa que sea una República [ en referencia
a la República de Venecia], es imposible obtener de ella un patrocinio
sin que ello conlleve unos deberes; así, pues, para obtener algo del
GALILEO Y LA INQUISICIÓN 125