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dote dominico Tommasso Caccini (1574-1648), en un sermón de
su congregación, acusó a Galileo de hereje por defender el helio-
centrismo. De nuevo, la referencia bíblica de Josué salió a lapa-
lestra. Los dedos acusadores se empezaban a esgrimir sin pudor,
señalando al mayor científico de la época.
CARTA A CRISTINA DE LORENA
Entre los historiadores, se considera que la pretensión de Galileo
de querer delimitar el papel que terúa que tener la teología en re-
lación con la ciencia, que expuso en una serie de cartas a Cristina
de Lorena, la madre de Cosme II de Médicis, pesaron enorme-
mente en su posterior amonestación. Cristina era una mujer culta
a quien le gustaba rodearse de humanistas y pensadores para de-
batir sobre toda clase de cuestiones. En una de estas discusiones
participó el discípulo de Galileo, Benedetto Castelli, que en ese
momento terúa una plaza de profesor de Matemáticas en Pisa. En
la discusión se tocó el tema del copemicanismo, y se planteó la
posibilidad de si esta doctrina era contraria a las escrituras. Cas-
telli defendió la independencia de la ciencia respecto de la teolo-
gía. Posteriormente le comentó a Galileo el incidente, y este le
respondió epistolarmente, en las Cartas a Castelli, en 1613, donde
exponía claramente su posición. Dos años más tarde ampliaría el
texto con la Carta a Cristina de Lorena ( de la que circularon
numerosas copias, pero solo se publicó en 1636).
La carta tuvo el efecto de enfurecer a numerosos teólogos.
Defendía la independencia de la ciencia respecto a la teología.
Galileo no dudaba de la verdad de la Biblia, pero consideraba que
era un texto que era necesario interpretar. Y además, era necesa-
rio que tales interpretaciones se amoldaran a las verdades y he-
chos descubiertos por la ciencia. La lectura interpretativa tenía
que adaptarse al conocimiento firme y seguro que proporcionaba
la inspección científica de la realidad.
El propósito de Galileo era conciliar ambas disciplinas, indi-
cando que sus temas de estudio eran dispares y complementarios,
pero con esa pretensión solo logró despertar la ira de los teólogos.
130 GALILEO Y LA INQUISICIÓN