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rarse una doctrina herética o, por el contrario, no contradecía nin-
                     gún dogma de la Iglesia Finalmente se llegó a la conclusión de que
                     la afirmación de que la Tierra estaba en movimiento era efectiva-
                     mente herética al contradecir algunos pasajes bíblicos. Según el dic-
                     tamen publicado, la concepción heliocéntrica pasó a considerarse:

                         Necia y absurda desde el punto de vista filosófico, y además fom1al-
                         mente herética, ya que contradice expresamente muchas de las afir-
                         maciones de las Sagradas Escrituras, tanto en su significado literal
                         como en el significado que les atribuyen los Santos Padres y los
                         doctores en teología.

                         Y sobre el movimiento terrestre, tanto de rotación como de
                     traslación,  también  «merece  idéntica censura que  la anterior
                     desde el punto de vista filosófico, mientras que desde el punto de
                     vista teológico es errónea en lo que se refiere a la fe».
                         El papa ordenó al cardenal Belarmino que prohibiera a Gali-
                     leo explicar el copemicanismo. El 26 de febrero de 1616 se reunió
                     con Galileo para exponerle la postura de la Iglesia y que desobe-
                     decer su mandato le supondría la condena en prisión.  Galileo
                     aceptó, sufriendo únicamente una amonestación verbal.
                         La condena del Vaticano del copemicanismo se hizo pública
                     el 5 de marzo, sin que hubiera ninguna referencia explícita a Gali-
                     leo. Era la primera vez que la Iglesia se manifestaba en contra de
                     Copémico, desde la publicación de su libro en 1543. En esta con-
                     dena se adelantó Lutero (1483-1546). Galileo finalmente regresó a
                     Florencia, tras fracasar en su intento de convencer a sus ya nume-
                     rosos enemigos, pero con una carta de Belarmino donde se expli-
                     citaba que el científico no había sido condenado.





                     LA CONDENA

                     A su regreso a Florencia, los problemas de salud y la artritis de
                     Galileo se recrudecieron. Alquiló la villa Bellosguardo, próxima a
                     Florencia, que constituiría su lugar de residencia durante los si-






          132        GALILEO Y LA INQUISICIÓN
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