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AMONESTACIÓN, NO CONDENA
Galileo quiso que quedara bien claro que no había sido condenado por la
Iglesia en 1616. Por ese motivo pidió a Belarmino que le escribiera una carta
en la que se expusiera claramente que no había existido condena contra él.
La carta escrita por Belarmino fue la siguiente:
Nos, Roberto Cardenal Belarmino, habiendo oído que se propala la calumnia de
que el señor Galileo Galilei ha abjurado en nuestra presencia y que se le ha impues-
to una penitencia saludable, y habiendo sido requerido para manifestar la verdad,
declaramos que el susodicho señor Galileo no ha abjurado ni en nuestras manos ni,
que nosotros sepamos, en las de ninguna otra persona de Roma o de ningún otro
lugar de ninguna opinión o doctrina por él sostenida, ni se le ha impuesto ninguna
penitencia saludable; sino que tan solo se le ha comunicado la declaración hecha
por el Santo Padre y promulgada por la Sagrada Congregación del Índice, en la que
se da a conocer que la doctrina atribuida a Copérnico que la Tierra se mueve alre-
dedor del Sol y que el Sol está inmóvil en el centro del mundo y que no se mueve
de oriente a occidente es contraria a las Sagradas Escrituras y, por consiguiente,
no se la puede sostener o defender. En fe de lo cual hemos escrito y suscrito la
presente de propia mano, el 26 de mayo de 1616.
guientes catorce años. Esta villa se encontraba próxima a Arcetri,
en cuyo convento vivían sus dos hijas, sor Maria Celeste y sor
Arcángela. Galileo y Maria Celeste estaban muy unidos, y existe
una profusa correspondencia entre ambos.
Después de la advertencia, Galileo abandonó sus escarceos
con el copernicanisrno, por lo menos durante los primeros años
(aunque no tenía claro si se le había prohibido categóricamente
referirse a este terna). En su lugar se dedicó al estudio de dife-
rentes fenómenos, corno los imanes, sobre los que sentía una
enorme curiosidad. Sin embargo, el problema de la concepción
del mundo era recurrente. Por ejemplo, en 1618 la irrupción de
unos cornetas forzó de nuevo a las múltiples interpretaciones,
tanto de aristotélicos corno de partidarios de Tycho Brahe. Fruto
de esta polémica Galileo escribió El ensayador (1623), obra en
la que se enzarzaba en otra polémica con el jesuita Orazio Grassi
(1583-1654). En esta discusión, Galileo cayó en el gran error de
GALILEO Y LA INQUISICIÓN 133