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En ese pasaje se sobreentiende que el Sol está en movimiento
       y, por tanto, implícitamente se asume que la Tierra está necesaria-
       mente en reposo. No era la primera vez que Colombe hacía una
       defensa del aristotelismo. Como estaba convencido de la inmuta-
       bilidad de los cielos, afirmó que la supernova de 1604 era en reali-
       dad  una estrella que  siempre  había estado  allí,  aunque  había
       pasado desapercibida.



       LA PRUEBA DEFINITIVA CONTRA EL ARISTOTELISMO:
       LAS MANCHAS SOLARES

       En su regreso a Florencia, Galileo dedicó su tiempo a realizar in-
       finidad de observaciones, tanto del Sol como de Saturno. Obser-
       vaba el Sol al atardecer y con nubes (si hubiera procedido de otra
       manera hubiera perdido la visión). Posteriormente, gracias a la
       intervención de su discípulo Benedetto Castelli (1578-1643), intro-
       duciría el método de la proyección.
           Galileo se percató de que las manchas solares significaban
       una nueva prueba en contra de Aristóteles. Así describía el propio
       científico esta constatación:

           Sospecho que este nuevo descubrimiento será la señal del funeral o al
           menos del Juicio Final de la pseudofilosofia El canto lúgubre por ella
           ya se ha oído en la Luna, las Estrellas Mediceas, Saturno y Venus.
           Ahora espero ver cómo los peripatéticos [los seguidores de Aristóteles]
           aplican todos sus esfuerzos para sostener la inmutabilidad de los cielos.

           Tal  como  había pronosticado,  las  manchas  supusieron un
       nuevo  frente  abierto  con  los  aristotélicos.  El  jesuita alemán
       Christoph Scheiner, que firmaba sus escritos con el pseudónimo de
       Apelles, afirmó por ejemplo que tales supuestas manchas en reali-
       dad eran planetas que se interponían con el Sol. La polémica con
       Scheiner fue muy agria. Lo único que consiguió el científico pisano
       fue graajearse un número aún mayor de enemigos.
           Otro evento más que reflejaba el lento caldo de cultivo que se
       estaba gestando contra Galileo ocurrió en 1614, cuando el sacer-






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