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tiempos de conflicto y enfrentamiento con la Iglesia habían lle-
gado a su fin. En realidad los problemas no habían hecho nada
más que empezar.
En 1624 Galileo decidió viajar de nuevo a Roma para presen-
tar los honores al nuevo papa y conseguir que anulara el edicto de
1616. El papa no accedió a la anulación, pero sí que permitió que
Galileo hiciera referencia como mera hipótesis al movimiento de
la Tierra y su doctrina de las mareas. En estas conversaciones,
Galileo se convenció - seguramente de forma precipitada- de
que la Iglesia, con el nombramiento del nuevo papa, había rela-
jado su posición respecto al copemicanismo.
EL «DIÁLOGO»
Desde 1624 hasta 1630, Galileo se dedicó a redactar la que sería
una de las cimas literarias, tanto de la literatura italiana como de
la filosofía, así como de la ciencia. Se trataba del Diálogo sobre los
dos máximos sistemas del mundo, ptolemaico y copernicano.
Una vez temünada, Galileo viajó a Roma para solicitar los permi-
sos necesarios para su impresión. Los censores revisaron y supri-
mieron pasajes para concederle los permisos de impresión, como
finalmente acabó ocurriendo.
Parecía que los principales escollos se habían superado y no
iba a presentarse ningún otro contratiempo. Entonces Galileo re-
cibió una carta en la que se le animaba a publicar cuanto antes el
libro «por razones que no quiero poner por escrito», decía la mi-
siva. Se le animaba asimismo a que lo publicara en Florencia en
vez de en Roma. Era evidente que los enenügos de Galileo habían
empezado a actuar, y uno de sus más importantes valedores, Fe-
derico Cesi, su gran aliado y protector en Roma y fundador de la
Academia de los Linces, había muerto en 1630. El libro se acabó
publicando en Florencia en 1632, pero en pocos meses fue prohi-
bido. Sería, además, el desencadenante del juicio y condena a
Galileo.
El libro estaba escrito en forma de un diálogo entre tres per-
sonas, Salviati, Sagredo y Sin1plicio, que durante cuatro días de-
136 GALILEO Y LA INQUISICIÓN