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los enunciados finitistas verdaderos. Ahora bien, ¿cómo podría un
                      conjunto de axiomas probar, o no probar, su propia consistencia?
                      En principio, los axiomas aritméticos solo permiten probar enun-
                      ciados que hablen de números, no enunciados que hablen de la
                      consistencia de un conjunto de axiomas. Pero ya nos habíamos
                      enfrentado a un problema similar en el capítulo anterior, cuando
                      queríamos escribir un enunciado  aritmético que  hablara de  sí
                     mismo.  ¿Cómo logramos que  un enunciado aritmético, que en
                     principio habla de números, hable de sí mismo? La manera de lo-
                     grarlo fue identificar a los enunciados con sus códigos, de modo
                     tal que hablar de un enunciado equivaliera a hablar de su código.


          «Es necesario un método directo para la demostración
          de la consistencia de los axiomas de la aritmética.»
          -  DAVID  ffILBERT,  EN  LA  CONFERENCIA  INAUGURAL  DEL  SEGUNDO  CONGRESO  I NTERNACIONAL
            DE  MATEMÁTI CAS,  CELEBRADO  EN  PARÍS  EN  1900.


                         En el caso que ahora nos ocupa, en el que queremos escribir
                     un enunciado aritmético que hable de la consistencia de un con-
                     junto de axiomas, la numeración de Godel vuelve una vez más en
                     nuestra ayuda.
                         Como decíamos antes, si un conjunto de axiomas es inconsis-
                     tente, entonces cualquier enunciado es demostrable a partir de él.
                     Por el contrario, si el conjunto es consistente, siempre habrá un
                     enunciado que no es demostrable (ya que para cualquier P, o bien
                     él, o bien su negación, al menos uno de los dos, no lo es). Por lo
                     tanto, que un conjunto de axiomas sea consistente es equivalente
                     a que haya al menos un enunciado que no es demostrable a partir
                     de él. Así, que un sistema sea consistente equivale a decir:

                         «Existe algún enunciado que no es demostrable».

                         Retomemos el ejemplo hipotético del capítulo anterior. Supo-
                     níamos allí que a todos los enunciados les correspondían códigos
                     que eran nún1eros primos y a los enunciados demostrables, en par-
                     ticular, les correspondían primos que son suma o resta de tres pri-






          116        EL SEGUNDO TEOREMA DE GODEL
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