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Hablar de «leyes del azar» es, a primera vista, un despropósito.
¿Cómo el azar, algo que, por definición, no es predecible, puede
tener leyes? Si, en pleno siglo xxr, este concepto nos parece asom-
broso, en tiempos de Fermat era inconcebible. Pero dichas leyes
existen, y Fermat tuvo un papel fundamental en desarrollarlas a
instancias de Blaise Pascal.
Como era costumbre, todo comenzó con un problema. Blaise
Pascal, cuyo padre había sido uno de los corresponsales parisinos
de Fermat, un íntimo del círculo de Mersenne, se dirigió a Fermat
en 1654, recordándole su amistad con su fallecido padre, para
plantearle una cuestión. Para entonces, Fermat había guardado
años de silencio epistolar. A pesar de que volvió en la década de
1650 con brío renovado, y parece muy claro que no podría haberlo
hecho sin haber estado trabajando en privado durante buena parte
de ese tiempo, la muerte de Beaugrand, Descartes, Étienne Pascal
y, sobre todo, Mersenne, sus ocupaciones profesionales, además
de la peste y el agitado clin1a político de la Fronda, mantuvieron a
Fermat en un profundo aislamiento que la carta de Pascal vino
a romper.
Pascal había trabado conocimiento con un tal Antaine Gom-
baud, chevalier de Méré, un verdadero tallúr. Había deducido al-
gunas reglas heurísticas para saber cuándo apostar y cuándo no,
basadas en observaciones empíricas. El caballero le planteó a Pas-
LA PROBABILIDAD Y EL PRINCIPIO DE FERMAT 137