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Fermat usó el tercer resultado para demostrar que no existe
        ningún número perfecto de 20 o 21 dígitos. Primero, determinó que
         37
        2 -1 es el único número de Mersenne que puede generar, a través
        de la fórmula de Euclides, un número perfecto de 20 o 21  dígitos
        ( esto implica conocer y dar por válido el recíproco del teorema de
        Euclides, que demostró Euler años después). Luego determinó que
        ese  número  de  Mersenne  no  es  primo,  siendo  divisible  por
        223 = 3 • (2 • 37) + 1,  que precisamente tiene la forma k (2n) + 1.  En
        efecto, en vez de tener que calcular la cantidad enorme de primos
        que podrían dividir al trigésimo séptimo número de Mersenne, a
        Fermat le bastó ir probando los números k (2 • 37) + 1 para distintos
        valores de k. Al tercer intento ya había encontrado la respuesta.
            En su carta a Frénicle, Fermat decía que había comenzado a
        vislumbrar la luz de resultados maravillosos. Pero en realidad, esa
        luz ya la había visto. Los dos últimos resultados de los que hablaba
        a Frénicle eran corolarios de un resultado mucho más general, lo
        que hoy en día se conoce como el «pequeño teorema de Fermat»,
        para diferenciarlo del último teorema. Es una paradoja que el «pe-
        queño» teorema sea mucho más útil en teoría de números que el
        «último», pero así lo ha querido la terminología.







             EL RECIPROCO DE UN TEOREMA
             La  demostración directa de un teorema procede de las hipótesis, y paso por
             paso avanza hacia la conclusión. Algunos de estos pasos son invertibles; otros
             no. En general, un paso que tenga una implicación no es invertible. Veámoslo
             con un ejemplo cotidiano. Se  puede deducir que la  acera está  mojada del
             hecho de que está lloviendo, pero no podemos deducir que está lloviendo
             porque la acera está mojada; lo último puede haber pasado por circunstancias
             ajenas a la lluvia, desde un camión cisterna que derrama agua a su paso has-
             ta una manguera con la que se riega la acera. Si llueve, entonces la acera está
             mojada, pero no necesariamente al  revés. Decimos que el hecho de que llue-
             va  es  una condición suficiente para que la  acera esté mojada, pero no es  ne-
             cesaria.  Esta unidireccionalidad está  presente, entre muchos otros, en el pe-
             queño teorema.









                                            LA  MODERNA TEORÍA DE  NÚMEROS   75
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