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condena papal de los principios de la revolución no ayudó a cal-
mar los ánimos. Y en junio de 1791, Luis XVI, cautivo en París,
aunque de oficio rey constitucional, planeó su fuga. Disfrazado de
valet, él y la reina, vestida con sencillez para la ocasión, huyeron
en plena noche. Pero serían capturados y arrestados en V arennes.
Ya no era posible mantener la ficción de que el rey había alentado
los aires de libertad que se respiraban por toda Francia. Además,
las tensiones con Austria, Prusia, España y el resto de potencias
hostiles a la Revolución amenazaban con estallar.
Pese a este cielo con nubarrones que hemos pintado, Laplace
- al igual que el resto de sus colegas académicos- vivió estos
momentos de cerca, con una mezcla de miedo y esperanza. Los
matemáticos de la Revolución francesa no fueron, ni mucho
menos, ajenos a ella. Mientras el discreto Lagrange contemplaba
los sucesos subversivos con manifiesto rechazo y antipatía, por-
que perturbaban el sosiego y la tranquilidad que tanto amaba, el
honesto Legendre lo hacía con interés, aunque solo como espec-
tador. En cambio, Condorcet, Monge y Carnot participaban en las
peripecias revolucionarias de forma apasionada. El caso de La-
place contrasta con los anteriores: participó en los acontecimien-
tos a favor de la Revolución, pero con más cálculo que pasión,
como de hecho hizo toda su vida. Como buen oportunista en el
ámbito político, se sirvió de la Revolución para medrar y perseguir
sus fines: convertirse en el patrón de la ciencia francesa.
En la mente de casi todos ellos estaba la urgente necesidad de
introducir reformas en todas las esferas de la vida pública. No solo
en la política y la sociedad, sino también en la técnica y la ciencia.
La nueva sociedad nacida al calor de 1789 era propicia para ello. Así,
en 1790 la Asamblea ratificó una de las propuestas más notables de
la Academia: la adopción de un sistema decimal de pesos y medidas,
cuyas principales unidades serían el metro, el litro, el gramo, el área
y el estéreo. Era otro camino, más pacífico, para lograr la igualdad
y la unificación entre las provincias de un país demasiado diverso,
haciendo desaparecer el más antiguo de los particularismos, el de
las medidas. Pero a la vez era un problema físico y matemático de
gran calado, que se constituye por derecho propio como el núcleo
del contenido científico del presente capítulo.
76 LIBERTAD, IGUALDAD Y MATEMÁTICAS