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que manejaba el telescopio a toque de corneta, que entendía la
         disciplina castrense, frente al más irónico de los antimilitaristas.
         Había dicho Einstein:


             Aquel que alegremente marcha al son de la música en fila y en co-
             lumna se gana mi desprecio. Le ha sido dado un gran cerebro por
             equivocación, puesto que para él, con una espina dorsal hubiera sido
             suficiente.

             ¿ Cómo un hombre que aborrecía así el espíritu militar podía
         congeniar con el mayor Hubble? Es cierto que cuando así hablaba
         se refería a la milicia nazi. Pero el uno antimilitarista, el otro par-
         ticipante voluntario en ambas guerras; el uno descuidado con su
         atuendo y su persona, el otro que se hacía vestir por un sastre
         inglés ... En fin, con tantas diferencias de personalidad, ¿cómo se
         iban a entender?
             Además, Hubble no solo era alto sino tan1bién altivo, se esti-
         raba, estaba orgulloso de su altura; hablaba una lengua que Eins-
         tein no entendía y tenían que entenderse mediante un intérprete.
             Pero había un inconveniente añadido de índole científica aún
         más grave que separaba a los dos genios como una inmensa mu-
         ralla intelectual: el universo que había concebido Einstein era es-
         tático, mientras que el que había observado Hubble era dinámico.
             Todos los ingredientes podían hacer augurar un estruendoso
         desencuentro. Pero los grandes científicos están por encima de
         sus propias manías y de sus propios instintos y no solo se en-
         tendieron en el fondo, sino que esa visita resultó decisiva en la
         historia de la ciencia.
             Subieron al observatorio en coche. En la parte trasera, Eins-
         tein iba en el centro, Hubble a su derecha, Adams a su izquierda.
         Visitaron el telescopio solar -que se había utilizado para compro-
         bar la teoría de la relatividad- y el telescopio de 100 pulgadas.
         Einstein nunca había visto nada tan descomunal. Se interesó viva-
         mente por todos los detalles y quiso ascender por las escaleras de
         mano que conducían a las diferentes plataf orn1as y se fotografió
         con Hubble y otros en el «camino de gatos» que rodea la base
         de la cúpula por la parte externa para labores de mantenimiento,





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