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la muerte de John, Edwin redobló su participación en fiestas, en
parte debido a esa liberación, en parte por aprovechar el poco
tiempo que le quedaba para disfrutar de su venerada Inglaterra.
Sus padres se extrañaban y alarmaban de que nunca en sus
cartas desde Oxford mencionara la iglesia. ¿Estaba Edwin abando-
nando su fervor baptista? Él les tranquilizaba, pero les ocultó que
se había interesado por el catolicismo, aunque hubiera sido solo por
una curiosidad cultural. Era cierto que iba perdiendo la piedad in-
culcada en su infancia, pero le gustaba visitar antiguos monasterios,
especialmente en ruinas, más por su atractivo histórico y artístico.
CECIL JOHN RODHES
Rodhes (1853-1902) fue un multimillona-
rio británico que murió sin descenden-
cia. Su dinero se empleó en proporcionar
becas a estudiantes destacados, una por
cada estado estadounidense, cada una
de 1500 dólares anuales, por tres años.
Los beneficiarios no debían ser ratas de
biblioteca, sino que además de ser bri-
llantes estudiantes tenían que poseer
muchas otras virtudes, como franqueza,
coraje, devoción al deber, espíritu de
protección al débil, etc., así como éxito
en la práctica deportiva. En definitiva, el
candidato tenía que ser elegido como si
fuera previsible que acabara siendo el
presidente de Estados Unidos, en pala-
bras del mismo Rodhes. Para acceder a
la beca, alegando méritos, Hubble consi-
guió que se le eligiera vicepresidente de su clase y recogió informes favorables
de sus profesores. Muy significativo, moderadamente elogioso, fue el comen-
tario que recibió del futuro Nobel Millikan, su profesor de laboratorio. Hubble
fue el estudiante elegido como becario Rodhes en el estado de lllinois. En
1910 partió hacia Oxford, donde podría estudiar lo que quisiera y residir en el
colegio que le apeteciera. Eligió el Queen's College. ¿Podría, al fin, aprovechar
la beca para estudiar astronomía? Pues no: en Oxford estudió nuevamente
derecho, por imposición paterna.
22 HUBBLE, EL HOMBRE