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misos para arreglar la casa y habitarla. A pesar de las mejoras,
                     la casa no pasaba de ser una choza grande, pero fue la nueva vi-
                     vienda de los Hubble. Muy lejos de su mansión lujosa habitual,
                     esta nueva vivienda provisional les hizo pasar los momentos más
                     románticos de su vida en común. Había pocas comodidades, una
                     comunidad de ratones y las explosiones de las bombas y cohetes
                     que estaban probando en la isla la hacían temblar, rompiendo con
                     frecuencia los cristales y,  en cierta ocasión, arrancando de cuajo
                     la puerta principal de las bisagras y quicio. Pero la separación que
                     habían tenido que soportar antes de la incorporación de Edwin a
                     Aberdeen hizo de las dificultades mayor fuente de armonía.
                         La casa se llamaba la «casa encantada», pues había rumores
                     y leyendas de apariciones. Tras un viaje a Washington, la casa se
                     quemó.  Se ordenó a los soldados que la repararan y lo hicieron
                     tan rápido y tan bien que Grace lamentaba que no se hubiera que-
                     mado antes. Pero la guerra temúnó y tuvieron que volver a su vida
                     habitual, en su gran mansión y con el trabajo en Mount Wilson,
                     dejando con lágrimas aquella choza encantada donde vivieron mo-
                     mentos amorosos. La vida en la casa encantada había sido dura
                     pero «encantadora». Tan dura pudo haber sido que, tras la guerra,
                     los militares la demolieron pensando que en aquella edificación
                     nadie sería capaz de vivir.
                         El espíritu militar era innato en Hubble. Sin embargo; nunca
                     quiso participar en el Proyecto Manhattan, a pesar de que fue pre-
                     sionado para ello. Y es digno de elogio que tras el lanzamiento de
                     la bomba atómica en Hiroshima, tuviera una actuación pública
                     explícita en contra de la carrera atómica para usos militares. Para
                     evitarla, debería crearse un gobierno supranacional y una fuerza
                    policial poderosa. De otra fom1a,  la civilización podría autodes-
                    truirse, quizá volviendo a la era paleolítica. Einstein expresó ideas
                     semejantes cuando le preguntaron cómo sería la Tercera Guerra
                    Mundial, a lo que contestó que no lo sabía, pero que sí sabía cómo
                    sería la cuarta: con piedras y palos.
                        Por su actividad como civil,  dirigiendo el laboratorio de ba-
                    lística, se le concedió la medalla al mérito civil, medalla que tanto
                    enorgullecía a Hubble que la incorporaba a su traje en toda mani-
                    festación social.





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