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Pero antes de partir, Shapley ofreció sus placas de M31 a Hu-
                    mason, quien las comparó con otras placas ante1iores y ... ¡observó
                    cefeidas! Marcó con tinta las posiciones de las hipotéticas cefei-
                    das y corrió a comunicárselo a Shapley. Entonces, cuando pudo,
                    Shapley sacó disimuladamente su pañuelo y borró las marcas que
                    había inscrito Humason. Si había cefeidas en M31, su teoría de una
                    sola galaxia en el universo se venía abajo. Era mejor «bo1Tarlas».
                        En 1923,  Hubble, con el 100 pulgadas, obtuvo una placa de
                    M31  y  comparándola con placas  anteriores hizo  un  descubri-
                    miento sensacional:  descubrió una cefeida. ¿Era la primera ce-
                    feida en una galaxia, aparte de las cefeidas de Leawitt en la Nube
                    Menor de Magallanes? Hubble así lo creyó y así lo anotó. En reali-
                    dad, este es un episodio que necesitaría mayor estudio histórico,
                    pues Humason vio cefeidas en M31 y así se lo dijo a Shapley, pero
                    este no las quiso ver. Lo lógico es que Humason, que admiraba a
                    Hubble, le informara posteriormente de la extraña conversación.
                    Es muy probable, por tanto, que Hubble ya supiera, o sospechara
                    de manera justificada, que M31 tenía cefeidas. Es más, para des-
                    cubrir el período de la cefeida, Hubble utilizó placas anteriores,
                    algunas de las cuales eran de Shapley, muy posiblemente las que
                    no se llevó a Harvard.
                        Puede considerarse que  Hubble tuvo  cierta mala intención
                    cuando lo p1imero que hizo -¡con el odio mutuo que se tenían!-
                    fue comunicárselo al propio Shapley:  «He encontrado una cefeida
                    en Andrómeda». Es mucho peor, la cefeida servía para calcular la
                    distancia a Andrómeda, y para ello, ¡Hubble utilizó la fóm1ula que
                    había deducido el propio Shapley! Este no podía decir que el método
                    era malo; era el que él mismo había desarrollado para deducir las
                    distancias a los cúmulos globulares. Andrómeda estaba a un millón
                    de años luz (hoy se piensa que aún más, a 2,5 millones de años luz).
                        Cuando Shapley leyó la ca1ta de Hubble notificándole la dis-
                    tancia a Andrómeda -nos cuenta Cecilia Payne, que estaba en su
                    despacho- dijo desalentado: «Aquí está la eruta que ha destruido
                    mi universo». Seguramente era una carta que él esperaba. Pero lo
                    más recalcitrante fue -como hemos visto- que en pleno viaje
                    de novios, los Hubble pasru·on por Harvard, solo para recordarle
                    y remacharle a Shapley que Edwin había encontrado cefeidas.





         84         LA CLASIFICACIÓN GALÁCTICA Y  LOS UNIVERSOS ISLAS
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