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su vez Planck veía en Heisenberg una esperanza para el futuro de
la física alemana. Sin oponerse nunca abiertamente al régimen
nazi, Heisenberg se unió a los esfuerzos de Planck y Laue para
mantener la autonomía de la ciencia alemana frente a la hostilidad
de los nazis contra los científicos.
En noviembre de 1933, la Liga de profesores nazis convocó
una manifestación para apoyar la decisión del Gobierno de aban-
donar la Sociedad de Naciones. Heisenberg rechazó participar en
la manifestación y su organizador, que no era otro que Stark, in-
tentó levantar a los estudiantes en su contra. La cosa no fue a
mayores, porque aquello coincidió con la concesión del premio
Nobel de Física a Heisenberg. Unos meses más tarde, el activista
Stark propuso que todos los premios Nobel alemanes enviaran un
telegrama de adhesión a Hitler. Planck, Laue, Nemst y Heisenberg
se negaron a hacerlo, con el argumento de que, aunque personal-
mente pudieran estar de acuerdo con el telegran1a, no es el papel
de los científicos opinar como tales sobre asuntos políticos. Stark
les replicó agrian1ente que ya hacían política cuando en sus clases
enseñaban la teoría de la relatividad y hablaban de Einstein.
En 1935 hubo otra purga de funcionarios. Varios profesores
de Leipzig, entre los que estaba Heisenberg, mostraron en el claus-
tro su desacuerdo, lo que les valió una reprimenda. El rector de la
universidad presionó a Heisenberg para que se incorporase al
ejército como oficial de reserva, con el fin de dejar patente su
lealtad al régimen, algo que hizo unos meses más tarde. Como
única alternativa política y moral Heisenberg pensó en dimitir de
su cargo en la universidad, y decidió consultarlo con Planck. Para
este - según contó Heisenberg años después- , la dimisión como
protesta no era la solución, pues no tendría ningún efecto práctico
y «ahora todos nosotros hemos de mirar hacia el futuro». Tenían
que volver a lo que hicieron tras la Primera Gran Guerra: disociar
la buena cultura alemana de la coyuntura política, separar las in-
tenciones de las apariencias y mantenerse en sus puestos y res-
ponsabilidades. Heisenberg concluyó que tenía que aguantar hasta
que pasara lo peor y formar lo que llamó «islas de estabilidad», en
las que preservar los valores que defendía en medio de un am-
biente político con el que tenía que convivir.
EN DEFENSA DE LA FÍSICA TEÓRICA 125