Page 125 - 03 Heisenberg
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su vez Planck veía en Heisenberg una esperanza para el futuro de
       la física alemana. Sin oponerse nunca abiertamente al régimen
       nazi,  Heisenberg se unió a los esfuerzos de Planck y Laue para
       mantener la autonomía de la ciencia alemana frente a la hostilidad
       de los nazis contra los científicos.
           En noviembre de 1933, la Liga de profesores nazis convocó
       una manifestación para apoyar la decisión del Gobierno de aban-
       donar la Sociedad de Naciones. Heisenberg rechazó participar en
       la manifestación y su organizador, que no era otro que Stark, in-
       tentó levantar a los estudiantes en su contra. La cosa no fue  a
       mayores, porque aquello coincidió con la concesión del premio
       Nobel de Física a Heisenberg. Unos meses más tarde, el activista
       Stark propuso que todos los premios Nobel alemanes enviaran un
       telegrama de adhesión a Hitler. Planck, Laue, Nemst y Heisenberg
       se negaron a hacerlo, con el argumento de que, aunque personal-
       mente pudieran estar de acuerdo con el telegran1a, no es el papel
       de los científicos opinar como tales sobre asuntos políticos. Stark
       les replicó agrian1ente que ya hacían política cuando en sus clases
       enseñaban la teoría de la relatividad y hablaban de Einstein.
           En 1935 hubo otra purga de funcionarios. Varios profesores
       de Leipzig, entre los que estaba Heisenberg, mostraron en el claus-
       tro su desacuerdo, lo que les valió una reprimenda. El rector de la
       universidad presionó a  Heisenberg para que  se incorporase al
       ejército como oficial de reserva,  con el fin  de  dejar patente su
       lealtad al régimen, algo que hizo unos meses más tarde.  Como
       única alternativa política y moral Heisenberg pensó en dimitir de
       su cargo en la universidad, y decidió consultarlo con Planck. Para
       este - según contó Heisenberg años después- , la dimisión como
      protesta no era la solución, pues no tendría ningún efecto práctico
       y «ahora todos nosotros hemos de mirar hacia el futuro». Tenían
       que volver a lo que hicieron tras la Primera Gran Guerra: disociar
       la buena cultura alemana de la coyuntura política, separar las in-
       tenciones de las apariencias y mantenerse en sus puestos y res-
      ponsabilidades. Heisenberg concluyó que tenía que aguantar hasta
      que pasara lo peor y formar lo que llamó «islas de estabilidad», en
      las que preservar los valores que defendía en medio de un am-
      biente político con el que tenía que convivir.





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