Page 120 - 03 Heisenberg
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uno de ellos. Toda esfera cargada posee una energía electromagné-
                    tica, llamada autoenergía, que es inversamente proporcional a su
                    radio. Como todo indica que el electrón es una partícula puntual
                    - de radio nulo-, su autoenergía es infinita. Si para evitarlo se
                    supone que el radio del electrón es distinto de cero, se llega a un
                    resultado incompatible con la relatividad. Así que en cualquier for-
                    mulación aparecían unas desagradables cantidades infinitas que
                    in1posibilitaban cualquier cálculo, y no se sabía qué hacer con ellas.
                        Bohr seguía insistiendo en que era necesaria una nueva teoría
                    para describir los fenómenos a la escala de las partículas elemen-
                    tales. En esta línea, Heisenberg sugirió que todo el universo podría
                    ser como una enorme red cristalina. El espacio sería una red de
                    minúsculas celdas cúbicas del tamaño de una partícula elemental.
                    Si dichas celdas existieran constituirían una distancia mínima ab-
                    soluta - una longitud universal- , por debajo de la cual la teoría
                    actual dejaría de tener validez. Pero estas ideas generales no lle-
                    vaban a nada concreto, y en 1931 Heisenberg le escribió a Bohr:
                    « [ ... ] He renunciado a involucrarme en cuestiones fundamentales,
                    que son demasiado difíciles para mí».  Sin embargo, a finales  de
                    1933 hubo novedades relacionadas con los rayos cósmicos que le
                    hicieron cambiar de opinión.
                        En Cambridge, el británico Patrick Blackett y el italiano Giu-
                    seppe Occhialini descubrieron que  cuando un rayo cósmico de
                    muy alta energía llegaba a su detector, se producía un «chapa-
                    rrón»  de partículas, al parecer creadas por la colisión del rayo
                    cósmico con un núcleo del plomo que cubría el detector.  Poco
                    después de este descubrimiento,  el estadounidense Carl David
                    Anderson descubrió el positrón predicho por la ecuación de Dirac.
                    Cuando un electrón y un positrón se encuentran, ambos desapa-
                    recen y se emiten dos fotones energéticos en direcciones opues-
                                                                              2
                    tas, lo que verifica la ecuación más famosa de la física E = m c •
                    Y al revés: un fotón de energía suficiente crea un par electrón y
                    positrón; por razones de conservación del momento, esta crea-
                    ción requiere la presencia de un núcleo. _Anlbos descubrimientos
                    renovaron el interés de Heisenberg por la electrodinámica cuán-
                    tica, y esperaba relacionar su hipotética longitud universal con la
                    longitud de ondas característica de los fotones que aparecen en






         120        EN  DEFENSA DE LA  FÍSICA TEÓRICA
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