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miento de que la bomba había sido uno de sus objetivos, en un mo-
                    mento u otro. Cuando trataron de explicarse lo que habían hecho los
                    aliados, salieron a la luz algunos de los escollos con los que se en-
                    contraron, como la rivalidad y la falta de coordinación entre ellos.
                        La noticia supuso un golpe en su estima personal, sobre todo
                    cuando leían en la prensa británica comentarios despectivos sobre
                    los científicos alemanes. Se encontraron ante un dilema. De cara a
                    sus compatriotas no podían reconocer que eran unos ineptos, como
                    les acusaba Hahn, ni unos traidores que habían saboteado el pro-
                    grama nuclear, como temían Gerlach y otros. Pero tampoco era el
                    momento de  declarar ante los aliados que se habían dedicado a
                    construir una bomba atómica Fraguaron una versión, naturalmente
                    favorable, que es la que defendieron en años sucesivos. Weizsacker
                    la inició:  «La historia recordará que los americanos y los ingleses
                    hicieron una bomba y que al mismo tiempo los alemanes, bajo el
                    régimen de Hitler, produjeron una máquina operativa». Lo último es
                    falso, pues no llegaron a construir un reactor operativo; además,
                    Weizsacker ignora que en sus informes secretos de 1940 se refería
                    explícitamente a la construcción de una bomba No deja de sorpren-
                    der que  los escrúpulos morales aparecieran por primera vez  en
                    Farm Hall.  Nunca antes se habían referido a ello, pero en los años
                    sucesivos empezaron a recordar las múltiples conversaciones en las
                    que habían tratado de las implicaciones éticas. Unos días después,
                    los británicos les pasaron un documento oficial con algunos detalles
                    acerca de las bombas estadounidenses. Se dieron cuenta de que la
                    parte física era más sencilla de lo que pensaban. Todo suponía un
                    gran esfuerzo industrial, que Alemania no podía haber hecho, con-
                    sideración que se presentó más tarde como otro argumento moral,
                    en el sentido de que los científicos alemanes no podían pedir un
                    sacrificio semejante a su país. También vieron que los aliados ha-
                    bían utilizado grafito como moderador, y  Bothe se convirtió  en
                    chivo expiatorio; como tampoco sabían si los aliados habían cons-
                    truido un reactor, intentaron presentar como un triunfo lo que ha-
                    bían hecho hasta entonces con sus prototipos.
                        Los detenidos escribieron un memorándum para dar su ver-
                    sión, y se aprobó, después de muchas discusiones en las que algu-
                    nos expresaron sus temores de que no se hubieran destruido todas






        150         LA FISIÓN  NUCLEAR Y LA GUERRA
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