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El ajuste,  como se puede comprobar, es bueno, aunque se
        pensó que podría ser una coincidencia, puesto que Titius no dio
        explicaciones que sustentaran su regla. Sin embargo, el descubri-
        miento de un nuevo planeta, Urano, en 1781 por Willian1 Herschel
        (1738-1822) otorgó renovado crédito a la ley de Titius-Bode. Y es
        que Urano estaba a  19,18 UA del Sol cuando la regla hacía una
        estimación de  19,6. Herschel recibió por su descubrimiento 200
        libras al año y el título de caballero.
            Corno consecuencia del descubrimiento de Urano, los astróno-
        mos empezaron a buscar un nuevo planeta a 2,8 UA del Sol, que era
        el que correspondía a n = 24. En el congreso astronómico de Gotha
        de  1800,  en la actual Alemania, el francés Joseph Lalande  (1732-
        1807) recomendó su búsqueda. En ese año,  el astrónomo Franz
        Xaver (1754-1832), barón Von Zach, editor de la revistaMonatliche
        Korrespondenz (Correspondencia Mensual),  la publicación ale-
        mana más importante en astronomía en aquel momento, reunió en
        Lilienthal a veinticuatro astrónomos con el objeto de organizar una
        búsqueda sistemática de ese hipotético planeta del sistema solar.
        Para ello dividieron el cielo en veinticuatro zonas y cada astrónomo
        quedó encargado de observar una de ellas. Sin embargo, la suerte
        no estuvo del lado del grupo de Lilienthal,  aunque consiguieron
        otras notables observaciones astronómicas. El honor le correspon-
        dió  a Giuseppe Piazzi (1746-1826), que difundió el 1 de enero de
        1801, desde el observatorio de Palem10, que había descubierto un
        nuevo planeta, que llamó Ceres Ferdinandea, por Ceres, la diosa
        romana de la agricultura y el an1or maternal y patrona de Sicilia, y
        por el rey Femando IV de Nápoles y Sicilia, patrón de su obra. El
        apellido Ferdinandea se eliminó posteriormente por razones polí-
        ticas. Piazzi dictaminó que Ceres giraba alrededor del Sol en una
        órbita que aparentemente le correspondía por la ley de Titius-Bode
        a n = 24. El descubrimiento de Ceres desató un entusiasmo gene-
        ralizado y fue considerado un maravilloso augurio para el futuro de
        la nueva ciencia en el siglo que empezaba. Se pensó que era el pla-
        neta que se buscaba con tanto interés y que la humanidad era
        capaz de interpretar la naturaleza y hacer predicciones científicas.
            Para entender la importancia que se le dio a este descubri-
        miento hay que situar el estado general de la ciencia en ese mo-






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