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se convirtió de inmediato en una estrella de primera magnitud en
                    la comunidad científica internacional.
                        Su gesta fue  un símbolo del poder de la predicción de las
                    matemáticas en un período, la primera mitad del siglo XIX,  en el
                    que, como ya se ha comentado anteriom1ente, la ciencia estaba
                    en plena eclosión. Si bien es cierto que los astrónomos habían
                    descubierto  el  planeta por casualidad,  un  matemático  había
                    puesto en juego la capacidad analítica necesaria para explicar
                    qué ocurriría en el futuro. Gracias a la predicción de la órbita del
                    planeta Ceres, al final del primer año del nuevo siglo Gauss era,
                    además de uno de los matemáticos más notables, el astrónomo
                    más popular de Europa.
                        En marzo de 1802, Olbers descubrió Palas, otro objeto astro"
                    nómico de tamaño menor que Ceres, y le planteó a Gauss la fija-
                    ción de su órbita durante su estancia de tres semanas en Bremen
                    por invitación del propio Olbers. El método de los mínimos cua-
                    drados volvió a manifestar su potencia y Olbers fue testigo del uso
                    que hacía Gauss de las técnicas matemáticas. Cuando surgieron
                    las disputas sobre la precedencia de la invención del método de
                    mínimos cuadrados, Gauss pondría a Olbers como testigo de que
                    él usaba el método desde principios de siglo.
                        En noviembre el joven Gauss, que contaba veinticinco años,
                    fue nombrado miembro de la Real Sociedad de Ciencias de Go-
                    tinga. El éxito le trajo a Gauss muchos más honores, entre ellos
                    la invitación para dirigir el observatorio astronómico de la Aca-
                    demia de Ciencias de San Petersburgo. Rusia· tenía una gran tradi-
                    ción  de  invitar  a  investigadores  extranjeros  a  instituciones
                    científicas propias, como en el caso de Leonhard Euler. En 1802,
                    cuando Gauss aún no había decidido nada acerca de la invitación,
                    Olbers alertó a su amigo Van Heeren, un profesor en la Universi-
                    dad de Gotinga y asesor del gobierno de Hannover.  Olbers no
                    quería que Gauss dejase Alemania y movió los hilos necesarios
                    para que le propusieran a Gauss la dirección del nuevo observa-
                    torio de Gotinga,  aún por construir. Las negociaciones para el
                    traslado de Gauss de nuevo a Gotinga no entraron en una fase
                    seria hasta 1804 y concluyeron con éxito en 1807, cuando final-
                    mente se hizo efectivo su retomo.





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