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Cuando los datos de sus observaciones se analizaron, un he-
                   . cho parecía claro: la distancia heliocéntrica del objeto lo situaba
                    entre Marte y Júpiter, tal y como se esperaba. En el mes de junio
                    de ese mismo año el grupo convocado por Franz von Zach, utili-
                    zando los datos de Piazzi, realizó un estudio previo de la órbita,
                    sin ningún éxito.
                        Como el supuesto planeta no aparecía por ninguna parte del
                    firmamento, Von Zach envió los datos a un joven matemático de
                    veinticuatro años afincado en Gotinga, cuya fama se empezaba a
                    extender por toda Alemania para que .realizara su propia estima-
                    ción de la órbita. Se trataba de Gauss, que anunció, tras realizar
                    sus cálculos matemáticos, que sabía dónde debían los astróno-
                    mos buscar el objeto perdido. A falta de previsiones alternativas
                    a su disposición, y aunque la posición del astro que se deducía de
                    los cálculos de Gauss distaba mucho de todas las demás, Zach
                    decidió por fin probar con las predicciones de Gauss: muy cerca
                    de donde sus cálculos teóricos situaban el deseado objeto, apa-
                    reció un pequeño punto brillante; era la noche del 7 de diciembre.
                    Las observaciones se prolongaron todas las noches de diciem-
                    bre, al menos todas en las que las condiciones meteorológicas lo
                    permitieron, y por fin, el 1 de enero de 1802, otro astrónomo, que
                    pertenecía al grupo de trabajo creado por Von  Zach,  Heinrich
                    Olbers, en Bremen, pudo afirmar con toda certeza que el objeto
                    observado encajaba a la perfección con los datos de las observa-
                    ciones de Piazzi de un año atrás y con la órbita prevista teórica-
                    mente por Gauss.
                        Esta predicción asombrosa, sin precedentes en la astronomía,
                    había sido hecha por un matemático que había identificado un
                    orden allí donde otros habían visto simplemente un minúsculo e
                    imprevisible planeta, usando para ello una herramienta matemá-
                    tica que se demostraría con los años como una de las más fructí-
                    feras a la hora de calcular órbitas planetarias: la ley de mínimos
                    cuadrados, descubierta por Gauss unos seis años antes y que man-
                    tuvo sin publicar hasta 1809. Las aplicaciones de dicho método,
                    más allá de la astronomía, fueron enormes, hasta el punto de que
                    su aplicación al cálculo de la trayectoria de Ceres no deja de ser
                    anecdótica. Sin embargo, gracias a dicho descubrimiento, Gauss





         80         UN  MÉTODO PARA  ENCONTRAR PLANETAS
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