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decidirlo a proponer entonces a Newton la edición del De anal y si,
        que vio así la luz en 1711. También, cuando arreció la disputa con
        Leibniz sobre la prioridad en el descubrimiento del cálculo, sirvie-
        ron como pruebas independientes que demostraban la anterio-
        ridad de las aportaciones de Newton. Durante el resto de 1669,
        Collins y Barrow pidieron a Newton que publicara el De analysi.
        Nada hubo que hacer, como ha escrito Richard S.  Westfall alu-
        diendo a la disputa con Leibniz: «La aprensión de Newton estaba
        sembrando las semillas de rencorosos conflictos».
            Su reticencia era todavía mayor habida cuenta de la debi-
        lidad lógica que anidaba en el seno del cálculo mismo:  el con-
        cepto  de  fluxión  y  las  reglas  para determinarla,  igual  que  la
        diferencial de Leibniz o los múltiples artificios infinitesimales de
        sus predecesores, se basaban en las llamadas «cantidades infini-







             INFINITÉSIMOS
             El  infinito, la  esencia del cálculo infinitesimal, se camufla en el  característico
             cociente de cero entre cero que aparece cada vez que queremos calcular una
             derivada. Como se dijo anteriormente, del cociente
                                      f(a + h) - f(a)
                                          h
             necesario para definir la  derivada, nos interesa el  valor cuando h = O,  que es
             justamente cuando numerador y  denominador se  hacen cero. Ese tipo de
             cantidades, que son cero, pero de las  que se  requiere saber qué proporción
             guardan entre sí,  fueron bautizadas por los matemáticos del siglo xv11  con el
             nombre de «infinitésimos» o «cantidades infinitesimales».
             Cabe recordar aquí que los infinitesimales aparecen también en la  integral, en
             la  forma de segmentos de anchura nula, la  suma de los cuales, sin embargo,
             genera un área como por arte de magia. ¿Qué sentido había que darle a esa
             suma? Eso es  algo que ni  Newton, ni  tampoco Leibniz,  llegaron a precisar
             nunca. El  cálculo infinitesimal primitivo que ellos desarrollaron, y  más tarde
             pulieron otros matemáticos del siglo xv111,  puede describirse como el  arte de
             manipular infinitésimos. La  paradoja es que ninguno de estos genios de las
             matemáticas llegó a definir con un mínimo rigor lógico qué eran.








                                           MATEMÁTICO Y APRENDIZ DE BRUJO   101
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