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tesimales». Estos infinitésimos eran números indefinidamente
pequeños, muy cercanos a cero, lo que permitía simplificarlos
cuando convenía; pero, como no eran cero, podían aparecer
como denominadores de un cociente. Resultaba obvio que se tra-
taba de un concepto matemáticamente demasiado ambiguo y
mal definido, y Newton trató de evitar su uso, pero no logró al-
canzar el éxito deseado.
En otro de sus trabajos sobre el cálculo, el De quadratura
curvarum, publicado en 1704 como apéndice de su Óptica,
Newton habló de unos incrementos evanescentes que se encon-
traban ya cercanos al concepto matemáticamente riguroso de lí-
mite que, bien entrado el siglo XIX, usarían Bernhard Bolzano y,
sobre todo, el matemático francés Cauchy para fundamentar el
moderno cálculo infinitesimal.
Newton, consciente de esa debilidad, vio reforzada su reticen-
cia a publicar algo sobre él, aunque siempre hubo unas pocas co-
pias manuscritas de sus trabajos circulando entre sus amigos. Su
temor también influyó en la redacción de su obra cumbre: los
Principia. En ella, Newton optó por un lenguaje geométrico al
estilo griego, más hermético y oscuro, pero más riguroso desde el
punto de vista lógico. De todas formas, sí que dejó un mínimo re-
tazo de su cálculo en los Principia.
LA CÁTEDRA LUCASIANA
La progresión de Newton en el Trinity College de Cambridge fue
meteórica, pues en 1669, a los ocho años de su llegada, fue nom-
brado catedrático lucasiano.
La cátedra lucasiana fue creada en Cambridge a mediados de
la década de 1660-1670 corno legado de Henry Lucas y ha pervi-
vido hasta el siglo XXI -la ocupó hasta el año 2009 uno de los
iconos científicos de nuestros días: Stephen Hawking- , y el esti-
pendio con el que Lucas la había dotado la convertía en una de las
posiciones académicas más preciadas. Como ya hemos dicho, la
cátedra lucasiana era, por entonces, la única de las ocho universi-
102 MATEMÁTICO Y APRENDIZ DE BRUJO