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tamente del fondo». Tres días después, la cosa parece ponerse
todavía más interesante: «He perfeccionado la solución ideal. Es
decir, dos sales iguales levantan a Saturno. Luego él levanta la
piedra y, unido al maleable Júpiter, también fabrica [ ... ] y una
proporción tal que Júpiter empuña el cetro. Después, el águila
levanta a Júpiter. De ahí Saturno puede ser combinado sin sales,
en las proporciones deseadas, de forma que el juego no predo-
mine. Por último, el mercurio se sublima y la sal sófica de amonio
golpea el yelmo, y el menstruo lo levanta todo». El hecho de que
algunos de esos párrafos fueran ferozmente tachados por él con
posterioridad no hace sino indicar que toda esa expectación
acabó tomándose en frustración.
Semejantes anotaciones no dejan hoy de causar cierto des-
concierto, por más que sepamos que los nombres mitológicos
hacen referencia a metales y sustancias -Júpiter, por ejemplo,
corresponde al estaño y Saturno al plomo-; aunque esos nom-
bres también delatan, claro está, la ineludible ligazón que empa-
rentaba la alquimia con la astrología.
A la postre, la experiencia alquímica adquirida durante sus
años en el Trinity de Cambridge tuvo una utilidad imprevista.
Newton acabó dirigiendo la Casa de la Moneda inglesa, tras dejar
la universidad a finales del siglo xvn; cada vez que había que
acuñar moneda y decidir las aleaciones más apropiadas, sus co-
nocimientos químicos le debieron de venir como anillo al dedo.
UN ARRIANO EN EL COLEGIO
DE LA SANTA E INDIVISA TRINIDAD
La religiosidad de Newton es otro de sus aspectos sobre el que los
manuscritos han arrojado nueva y sorprendente luz, lo que incluye
sus estudios teológicos y sobre historiografía bíblica. Sin em-
bargo, aunque no se han conservado escritos suyos sobre teología
anteriores a 1672, es muy posible que la afición de Newton por la
teología naciera de la pequeña biblioteca que heredó de su padras-
tro, el pastor anglicano Bamabas Smith. Poco después de conse-
116 MATEMÁTICO Y APRENDIZ DE BRUJO