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LA ROYAL SOCIETY DE LONDRES
La Royal Society no fue la primera aca-
demia científica moderna que se creó en
Europa, pero sí es la más antigua que
sigue hoy en ejercicio. Según la propia
Royal Society, «sus orígenes se remon-
tan a un "colegio invisible" de filósofos
naturales que se empezaron a reunir a
mediados de la década de 1640 para
discutir y promover esa nueva filosofía
del conocimiento del mundo natural a
través de la observación y experimenta-
ción que hoy llamamos ciencia».
Lugar de encuentro y centro de difusión
Reverso de la medalla de la Royal Society,
Su fundación oficial se produjo el 28 de
en la que puede leerse la leyenda Nullius
noviembre de 1660 tras la lectura que in verba, esto es «En palabras de nadie».
hizo Christopher Wren de un manifiesto La divisa pretende resaltar la importancia de
obtener pruebas basadas en la experiencia,
ante doce colegas. Dos años después en menoscabo de la mera opinión de una
llegó el apoyo del monarca, sustanciado autoridad.
en una Carta Real firmada por Carlos 11
de Inglaterra. Su primer presidente fue
el vizconde William Brouncker. La Royal Society, y otras academias de ese tipo
creadas durante la segunda mitad del siglo xv11 y principios del xv111, proporciona-
ron a los científicos un medio para comunicarse e intercambiar información e in-
quietudes -en una época en la que la comunicación postal oficial y regular era
todavía muy precaria o, incluso, inexistente-. También les proveyeron de un me-
dio de difusión científica que, andando el tiempo, se acabó convirtiendo en fun-
damental para la ciencia: las revistas donde dar a conocer descubrimientos y
avances. Así, en 1665, la Royal Society empezó a publicar las Philosophical
Transactions, la revista periódica donde Newton dio a conocer sus primeras in-
vestigaciones sobre la luz y los colores. A la postre, esas academias -la Royal
Society, la Academia de Ciencias de París, la de Berlín o la de San Petersburgo,
por citar solo las más importantes- fueron esenciales para el desarrollo científico
durante el siglo xv111. En aquel momento, las universidades, más centros de ense-
ñanza que de actividad científica, todavía no se habían liberado de la carga que
el ya por entonces corrompido escolasticismo medieval les había impuesto. En
ese sentido, Newton, ligado durante treinta años a la Universidad de Cambridge,
fue un científico atípico; fueron más habituales figuras como Huygens o Cassini,
ambos contratados por la Academia de Ciencias de París, o después Euler, con-
tratado por las Academias de San Petersburgo y Berlín.
lPOR QUÉ SE MUEVEN LOS PLANETAS? 19