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El anticlímax que supuso el regreso de la madre generó una
                     ambivalencia entre atracción y rechazo que impregnó toda la
                     vida posterior de Newton. De hecho, de los dieciocho años que
                     van desde que Newton ingresó en Cambridge en 1661 hasta la
                     muerte de la madre en 1679, tan solo se conserva una carta entre
                     ambos ( es posible que hubiera muchas y que simplemente se
                     hayan perdido,  aunque  esa posibilidad es harto improbable).
                     Tampoco hay constancia de muchas visitas de Newton a su casa
                     natal: en los trece años que van desde su larga estancia en W ools-
                     thorpe entre 1665 y 1666-debido a que la universidad cerró por
                     una epidemia de peste- hasta la muerte de la madre solo están
                     documentadas tres visitas, aunque tal vez hubiera una o dos más.
                     Como escribió Richard Westfall -autor de la mejor y más com-
                     pleta biografía de Newton-, «se conocen expresiones más deci-
                     didas de amor filial».
                         Más intensa fue la implicación de Isaac Newton durante los
                     últimos días de su madre.  Hannah había ido a cuidar a su hijo
                     menor, enfermo de unas fiebres, y este se las contagió. Newton
                     acudió entonces al cuidado de la madre. Alguien contó muchos
                     años después los desvelos del hijo en el lecho de muerte de su
                    progenitora:


                        Le atendió con verdadera piedad filial.  Pasaba noches enteras sen-
                        tado junto a ella, dándole él mismo las medicinas y curándole las
                        ampollas con sus propias manos. Sir Isaac hizo uso de su extraordi-
                        naria destreza manual para aliviar el dolor producido por el terrible
                        remedio que se emplea habitualmente en las curas de esa enferme-
                        dad, con mayor entrega de la que nunca había demostrado en sus
                        experimentos más interesantes.

                        En su testamento, Hannah nombró a Newton su albacea tes-
                    tamentario:  encomendó su alma a  Dios  omnipotente y  que su
                    cuerpo fuera enterrado en la forma digna y cristiana que su hijo
                    Isaac considerara oportuna - parece que este la amortajó con una
                    frazada de lana blanca-.
                        Para calibrar la dimensión del impacto emocional causado por
                    la separación de la madre, merece especial atención un cuaderno






         24         lPOR QUÉ SE  MUEVEN LOS PLAN ET AS?
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