Page 151 - Edición final para libro digital
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ma y Abdud con David Kachka, y sobre las razones que llevaron a
                 unos y otros hasta Jerusalén para interesarse por Ariel. No fue hasta
                 llegado el postre, en el cual coincidieron los dos comensales mascu-
                 linos solicitando un matzá de chocolate -Fatma optó por el mousse
                 de fresa- cuando Ariel comenzó a explicar las verdaderas razones de
                 su precipitado viaje a la capital y la incapacidad de comunicarse por
                 haberse dejado en Tel Avid su teléfono móvil.
                    —Me has tenido muy preocupada. No sabía si te habría ocurrido
                 algo malo   —le dijo Fatma.
                      —Pudiste pedirle al teniente coronel Machta que llamase para
                 saber de mi llegada. Él te informaría. Y probablemente tendríamos
                 ocasión de hablar en aquel momento.
                    Fatma le contó entonces lo ocurrido en la oficina al poco tiempo
                 de marcharse. Le refirió detalladamente como Machta la había des-
                 pedido aquella misma tarde.
                    Ariel casi montó en cólera. Todo lo que le estaba sucediendo lo
                 estaba afectando negativamente. Intentaba controlar su malestar
                 para no ver perjudicada su relación con Fatma, al tiempo que lidia-
                 ba como podía con sus superiores por conseguir el ansiado ascenso.
                 Mas lo que le acababa de contar la joven hizo que perdiese la calma
                 por un momento.
                      —¡Maldito hijo de perra! No tenía suficiente con comprome-
                 terme a mí que ha ido también a por ti. No voy a permitir que te
                 perjudiquen. Renunciaré a ese maldito ascenso si es necesario. Soli-
                 citaré un nuevo destino en Tel Avid. Esos bastardos no conseguirán
                 separarnos, te lo prometo.
                    —No. No debes dejar que se salgan con la suya. Ese ascenso es lo
                 que más deseabas, no puedes renunciar a él —casi le suplicó Fatma.
                    —Si mi futuro profesional condiciona nuestro amor prefiero
                 continuar siendo teniente toda mi vida. Escogí ser militar porque
                 me fascinaba esta vida. Pero desde que estoy contigo mis prioridades
                 han cambiado. Mentiría si dijese que ya no me gusta esta profesión,
                 pero nada da más valor a mi existencia que el estar a tu lado. Si mi
                 ascenso va a ser causa del más mínimo deterioro en nuestra relación,
                 no sólo renunciaré a continuar en esto, sino que estoy dispuesto a
                 enfrentarme a quien sea por protegerte.

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