Page 153 - Edición final para libro digital
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las cosas, era mucho más seguro para ella permanecer al lado de la
                 familia del teniente. Tanto por su condición de judíos como por
                 sus influencias en los estamentos de poder. Llegado el caso, podrían
                 proteger a Fatma mucho mejor que los dos ancianos.
                    —Cariño —le dijo entonces Ariel a Fatma—, me sentiré mucho
                 más tranquilo si estás con mis padres. Estoy seguro que todo esto lle-
                 gará a tener solución en cuanto mis superiores se persuadan de que
                 nada tienes que ver con tus hermanos. Mientras tanto debemos per-
                 manecer separados. Estando en Acre mis visitas no resultarán sospe-
                 chosas y pronto se convencerán de que no tienen nada que temer.
                    Fatma no replicó los argumentos de su amado. Le resultaba muy
                 difícil separarse de los Maher, para ella eran como sus padres, pero la
                 muchacha era inteligente y sabía que lo que los Kachka proponían
                 era la mejor solución. Sólo tenía la esperanza de que todo aquello se
                 solucionase pronto; pues tanta tensión comenzaba a hacer mella en
                 sus emociones.
                    —Está bien —dijo finalmente—. Iré a Acre con tus padres; pero
                 debes prometerme que no dejarás de visitarme, te destinen a donde
                 te destinen.
                    —Te lo prometo. No podría estar mucho tiempo sin verte, aun-
                 que lo pretendiese.
                    Aclaradas las circunstancias de todos aquellos acontecimientos
                 y habiendo encontrado una solución temporal a los mismos, con-
                 cluyeron que dejarían que todo continuase según el guion que mar-
                 caban sus superiores. Una vez obtuviese el ascenso pensarían en el
                 siguiente paso a dar hacia la resolución del problema.
                    El grupo acompañó a Ariel de regreso al cuartel. Eran ya más de
                 las seis de la tarde y tenían que volver a Tel Avid. Desde allí, el señor
                 Kachka aún debía desplazarse con Fatma hasta Acre.
                    David y Abdud se despidieron del teniente unos cincuenta me-
                 tros antes de la entrada. Fatma, sin embargo, continuó acompañan-
                 do al joven hasta la garita, al cobijo de la cual, ocultos a la vista del
                 antipático guardia, se besaron calorosamente mientras la joven no
                 paraba de suplicarle a su amante que cumpliese su palabra.
                    —Te juro que nada conseguirá que te abandone. Confía en mí y
                 pronto podremos permanecer juntos para siempre —le susurró Ariel

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