Page 269 - Edición final para libro digital
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—Está bien —aceptó Kachka—. No puedo obligarte a venir si
                 no lo deseas. Si te sientes mejor quizás sea preferible que te quedes
                 aquí de momento. Pero si algo sucede llámame inmediatamente. A
                 la hora que sea.
                    —No se preocupe, Fatma estará bien conmigo. Pero si algo sur-
                 giese le llamaremos —dijo la señora Levsky.
                    —Se lo agradezco. Ahora vamos a la jefatura. Volveremos en
                 cuanto hable con el inspector Masen. Debemos aclarar todo esto lo
                 antes posible.
                    Un cuarto de hora más tarde, David Kachka aparcaba su coche
                 frente a la comisaría, y a los pocos minutos se encontraban él y Fat-
                 ma en la oficina del inspector Masen.
                    —Buenos días inspector.
                    —Buenos días. Usted dirá que les trae por aquí. —Dijo Masen
                 dirigiéndose a Kachka.
                    —Me llamo David Kachka. Soy abogado. La razón de mi pre-
                 sencia es informarme sobre el caso Maher. La anciana que apareció
                 ayer muerta en su casa.
                    —David Kachka.  He oído hablar de usted —dijo Masen—. ¿A
                 qué se debe su interés en este caso?
                    —Esta joven es la pareja de mi hijo. Vivía con la señora Maher.
                 La muchacha está muy preocupada porque siente que la consideran
                 sospechosa de su muerte.
                    —¿Le dijo ella eso? —le preguntó Masen, mirando a Fatma
                 como queriendo intimidarla.
                    —Me llamó para comunicarme la muerte de su casera y me con-
                 tó que estuvo usted haciéndole preguntas sobre la herencia de los
                 Maher. He venido desde Acre para aclarar todo este asunto
                    —Así es. La señora Maher dejó una nota en la cual le explica las
                 razones de su decisión y le hace saber que la habían nombrado he-
                 redera de sus bienes. Estamos investigando si esa nota es auténtica.
                 Pero no hemos acusado de nada a la señorita Hasbúm. De momento
                 no necesita ningún abogado.
                    Mientras ambos hombres hablaban, Fatma permanecía en el más
                 absoluto silencio. Aquel policía no le caía bien, y algo le decía que
                 los prejuicios influían en la conducta del inspector.

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