Page 272 - Edición final para libro digital
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—No sé qué hacer —comenzó diciendo—. Cada día que pasa
mis dudas sobre el regreso de Ariel son mayores. Ahora, con la muer-
te de Saida, me siento mucho más sola y desamparada.
—No digas eso. No estás sola. Yo estaré a tu lado. Puedes contar
conmigo para lo que necesites. También el señor Kachka te aprecia
mucho y te ayudará en todo. Además, ahora que vamos a ser vecinas
estaremos en contacto permanente.
Fatma se quedó pensativa. No estaba segura de querer seguir vi-
viendo en Tel Avid. Ni tampoco de continuar con Ariel. El com-
portamiento de este en los últimos días, su falta de comunicación
y el conflicto que le provocaba con Rebeca Linsky su relación, la
animaban, cada vez más, a abandonar todo aquello.
—Creo que no me quedaré aquí. Quizás lo mejor sea que renun-
cie a la herencia de los Maher.
—¿Qué dices? —casi le reprochó la señora Levsky—. Saida y
Abdud te querían como a una hija. No tenían más familia y tú fuiste
para ellos lo mejor que les podría haber ocurrido. Saida siempre me
hablaba de ti y de lo mucho que significabas en sus vidas. Lo poco
que tenían han querido que fuese tuyo.
—Sé lo mucho que me querían los Maher, pero mi vida ha cam-
biado mucho estas últimas semanas. Ahora que ya no está Saida
quisiera poder sincerarme con alguien. Y usted es la persona en la
que más confío.
—Puedes estar segura de que te ayudaré en todo cuanto pueda.
—Quisiera contarle algo que sólo la señora Maher sabía. Sola-
mente le pido que no se lo cuente usted a nadie más.
—Puedes confiar en mí. Si tú así lo deseas, jamás nadie sabrá
nada de cuanto me digas.
—Estoy embarazada de Ariel Kachka —confesó entonces Fatma
ante la sorpresa de su vecina.
La Señora Levsky no supo qué decir. Se quedó mirando a la joven
como si no terminase de creerse lo que le acababa de manifestar.
Pero, finalmente rompió su silencio.
—Por lo que me dices él aún no lo sabe.
—No. No he querido decirle nada hasta que sepa con seguridad
cuáles son sus verdaderos sentimientos hacia mí.
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