Page 28 - Edición final para libro digital
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un hombre con quien poder casarse y tener una vida tranquila en
              familia, era sólo una posibilidad más en su futuro y ya no le obse-
              sionaba. Según había ido adquiriendo conocimientos, y se había ido
              adaptando a su nueva situación, el tema del matrimonio había ido
              perdiendo importancia para ella. La cultura israelí estaba totalmente
              influenciada por los más modernos países occidentales, y la supre-
              macía del varón sobre la mujer, así como sus limitaciones sociales,
              tan arraigadas en el mundo árabe, no tenían cabida en su nueva
              etapa. Por ello, la idea que en un principio era objetivo primordial
              ante la soledad experimentada a sus dieciséis años, suponía entonces
              algo secundario en su competitiva vida laboral. Evidentemente de-
              seaba llegar a casarse y tener hijos, pero no era en aquel momento su
              principal preocupación.
                 Al domingo siguiente se presentó temprano en la dirección que
              le había dado la señorita Adina, su amiga y maestra. El edificio esta-
              ba custodiado por dos soldados, uno a cada lado de la entrada que
              daba paso al espacioso hall. Ya en el interior, después de haberse
              identificado en el pórtico, se dirigió a un mostrador de información,
              detrás del cual una mujer de unos cuarenta años, atractiva madurez
              y gesto agradable, la atendió con presteza.
                 —Buenos días —le dijo la funcionaria antes de que Fatma pu-
              diese presentarse.
                       —Buenos días —respondió la joven.
                       —¿En qué puedo ayudarte?
                 —He sabido que están seleccionando personal para ocupar una
              plaza en el departamento jurídico y vengo a informarme.
                 —Así es, se ha abierto una oferta de trabajo para ese departa-
              mento, pero no sé si sabrás que es una plaza de becaria. El sueldo es
              bastante escaso —le advirtió la mujer.
                 —Lo sé, pero no me importa. Me conformo con que me llegue
              para pagar la habitación y poder comer.
                 —Muy bien —le aceptó la recepcionista—. Debes subir hasta la
              cuarta planta y tomar el pasillo a la derecha, allí ya verás un cartel
              indicativo.
                 —Muchas gracias —dijo Fatma dirigiéndose hacia los ascensores.


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