Page 43 - Edición final para libro digital
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a la única mujer que le había cautivado hasta entonces. Sería sencillo
                 hacer de Fatma la nueva becaria del departamento, y por lo tanto su
                 nueva ayudante. La contratación de un nuevo empleado para cubrir
                 la plaza del cabo Rement era inminente, ya que el mal encarado y
                 poco leal Abner había obtenido el traslado que hacía meses estaba
                 esperando, y por fin había sido destinado a Haifa, lugar del cual era
                 natural y donde residían sus padres, a unos ochenta kilómetros al
                 norte de Tel Avid.
                    Tanto Fatma como Ariel habían madurado, y el teniente jamás
                 había considerado el origen de la joven un inconveniente para enta-
                 blar una relación. Kachka era un hombre liberal y sin prejuicios, que
                 valoraba a las personas por encima de su procedencia o cultura. Y
                 aquella hermosa palestina, a la cual había percibido como una niña
                 desde el interior de su impecable uniforme a los diecinueve años, le
                 parecía, en ese momento, la mujer más hermosa y consecuente que
                 jamás hubiese conocido.
                    Fatma no supo muy bien qué responderle. Había muy poco de
                 verdad en la creencia de Ariel. Si algo bueno le había sucedido a
                 Fatma durante aquel nefasto periodo de su existencia, había sido
                 la compañía que, tanto él como su compañero Raveh, le brinda-
                 ran. Pero había sido, muy especialmente, el gentil oficial quien más
                 atrajera su atención. Fue aquel muchacho el primer hombre en el
                 que Fatma se fijó con un sentimiento diferente al que siempre pro-
                 fesara por los varones de su entorno. Si bien nunca conociera, hasta
                 aquel momento en el instituto, a nadie más del sexo opuesto que
                 no formase parte de su familia. La dureza de la situación y su estado
                 emocional en aquel entonces, no habían dado lugar a ningún tipo
                 de insinuación o mayor acercamiento. Pero cuando, al cabo de unos
                 días, y ya superado el dolor inicial, Ariel regresó a su destino, ella ha-
                 bía sentido su marcha de una forma extraña, diferente a lo que sin-
                 tiera al separarse de sus amigas y de su familia cuando se trasladara
                 definitivamente a Tel Avid. Algo nuevo había conmovido su interior
                 cuando ambos jóvenes afrontaron aquella despedida.
                    Pasados unos días, ya nunca más había vuelto a pensar en aquel
                 judío uniformado que atrajera su atención y despertara en ella, por


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